En septiembre de 1989, mientras Puerto Rico recibía el implacable golpe del huracán Hugo, otra tormenta mucho más poderosa se desataba frente a Luis Moscoso Rivera, quien acababa de cumplir trece años. Antes de que el devastador fenómeno golpeara a la isla, Luis recibió la noticia de que padecía de diabetes tipo 1. Para el adolescente, aquella noticia fue una sacudida violenta a su vida, el soplo inesperado de los vientos de la incertidumbre.

Subirse a la ola: testimonio de un trasplantado

“Fue la doctora Carmen Ana Sáenz quien me dio la noticia”, dijo Moscoso Rivera, quien hoy tiene 45 años. “El verano antes de la noticia, estaba en un campamento. Recuerdo que me daba una sed increíble”, rememoró. Para calmar esa fuerte sensación de sed, el jovencito consumía jugos con altos contenidos de azúcar, desconociendo su situación de salud.

Tras el diagnóstico, Moscoso Rivera empezó de inmediato a utilizar insulina, y pasó por todas las etapas de un duelo. Su familia siempre estuvo pendiente de su salud, pero acepta que no fue el mejor de los pacientes. “Me escondía para comer dulces; siempre tenía un hambre insaciable. Como practicaba deportes, me iba mucho mejor con el [control de la] azúcar, pero, en otras cosas, sé que no me porté muy bien”, admitió.

Moscoso Rivera había acumulado varias vivencias en su vida universitaria, personal y laboral. Se insertó en el mundo de los restaurantes –que conocía por su padre, quien fue propietario de algunos locales conocidos de San Juan. Entró a la Universidad de Puerto Rico (tenía interés por las artes y las ciencias sociales, aunque quería estudiar Administración de Empresas) y disfrutó de una vida en Nueva York –con su novia de entonces— y, mientras, iba a audiciones de teatro, trabajaba en restaurantes de lujo, ganando buen dinero.

Todo cambió en julio de 2013, cuando se infectó con dengue. En las pruebas de rutina, un médico detectó que el funcionamiento renal de Moscoso Rivera estaba en un 70 por ciento, compatible con una persona mayor de 70 años. El joven continuó trabajando; incluso empezó en un nuevo empleo, cuando cayó por primera vez: tuvo hinchazón en los pies por tres días, confusión mental y dificultad para respirar. Recordó que esa noche se acostó y, al sentir que se ahogaba, se levantó y llegó a una sala de emergencias, donde le sometieron a una diálisis de emergencia porque estaba a punto de un paro renal.

“Todo aquello lo veo como si fuera una película de Almodóvar”, comentó, mientras confirmó que salió de allí con un diagnóstico de enfermedad renal crónica en etapa 4.

Del diagnóstico al trasplante: los expertos hablan

La doctora Verónica Meza dirige el Programa de Trasplante de Riñón en el Centro de Trasplante del Hospital Auxilio Mutuo. “Trabajamos con el paciente durante el proceso de evaluación. Posterior al trasplante, seguimos la inmunosupresión posterior a la cirugía”, explicó la doctora Meza, especialista en nefrología.

La vinculación del riñón y el páncreas en un trasplante no es para todo tipo de pacientes. Para considerarse como un candidato ideal para la cirugía –que puede durar entre tres y cuatro horas—, un paciente debe ubicarse en uno de dos posibles escenarios de salud.

“El primero, mucho más frecuente, es el de un paciente diagnosticado con diabetes tipo 1, mayormente jóvenes que ya tienen daño renal crónico en etapas 4 y 5, o han recibido diálisis. Eso los convierte en candidatos para trasplante combinado de riñón y páncreas, procedentes de un donante con muerte cerebral”, explicó la doctora Meza.

En el segundo escenario, prosiguió Meza, los candidatos son pacientes diabéticos que tienen daño renal y cuentan con un familiar que puede ser su donante. “La compatibilidad es mayor y, por lo tanto, la sobrevida de este paciente está en un nivel lo suficientemente alto como para hacer el trasplante de riñón. Una vez que se recupera, si está físicamente preparado, se le realizará el trasplante de páncreas en una segunda operación. En ese caso, el órgano vendría de un paciente con muerte cerebral”, explicó.

El caso de Luis Moscoso Rivera cayó perfectamente en armonía con los requisitos para el trasplante combinado. “La función renal de un paciente diabético tipo 1 que fluctúa entre 15 y 20 años puede sufrir daño severo. Si el nivel de filtración del riñón baja a un 20 por ciento, el paciente califica”, subrayó. Otro aspecto que resaltó la especialista es la preselección de candidatos a trasplante: la doctora Meza enfatizó que la inmunosupresión posterior a la cirugía presenta muchos riesgos. En esa decisión, se calcula el nivel de beneficio en la vida del paciente con la operación. “Si el beneficio supera los posibles riesgos, entonces se le ofrece al paciente la alternativa [del trasplante]”, indicó.

Por su parte, el cirujano Pedro Hernández lleva una década realizando estos trasplantes en Auxilio Mutuo. El doctor explicó que, el trasplante único de páncreas se da en unas circunstancias muy específicas. “En mis años de práctica, solo he realizado uno, a una paciente con una diabetes muy particular, difícil de controlar”, dijo. Además, el doctor Hernández resaltó que el paciente diabético de este tiempo tiene el privilegio de recibir medicamentos con mayor efectividad, insulinas de mayor alcance y, por supuesto, las bombas de suplido que permiten una vida relativamente normal—obviamente, con los debidos cuidados.

Otro asunto que el doctor Hernández aclaró es que, lamentablemente, el trasplante de páncreas no es una alternativa para los pacientes diagnosticados con cáncer. “Es bien importante recalcar porque, luego de un diagnóstico de cáncer pancreático, vienen buscando la alternativa del trasplante que, en esos casos, no funciona”, manifestó.

Después del trasplante: una nueva oportunidad de vivir

Tanto la doctora Meza como el doctor Hernández coinciden en que este trasplante corrige el trastorno endocrino que produce la diabetes y aumenta, de manera significativa, la calidad de vida de los pacientes. “No solamente por el aspecto de extender su vida, ya que los órganos trasplantados provienen de donantes sanos, sino que existe –según evidencia científica— la posibilidad de revertir algún tipo de los daños sufridos en el sistema renal del paciente”, dijo Meza.

Hernández, por su parte, señaló que los pacientes que reciben trasplantes combinados son bien agradecidos. “El no tener que utilizar insulina ni venir tres veces en semana a hacerse diálisis es un cambio que les impacta mucho”, expresó con satisfacción. La independencia de un tratamiento, especialmente para un paciente joven, le brinda un abanico de nuevas posibilidades, como ocurrió con Moscoso Rivera.

“Me gustaría mucho que la gente entendiera lo que se siente”, dijo, emocionado, al recordar a su familia reunida el día de su operación. “Fue una presencia, algo que no sé si era Dios o qué, pero estaba ahí y yo sabía que todo estaría bien”, aseguró, visiblemente conmovido por la imagen de sus padres reunidos en apoyo a su hijo, luego de un divorcio.

Tras su recuperación, Moscoso Rivera volvió a conectar con esa misma emoción cuando se subió a su tabla de surfear y pudo remontar una ola. “Me subí a la tabla, sentí la fuerza del agua y empecé a llorar”, dijo. “En ese momento, yo era uno con todo lo que había a mi alrededor. Lo único que podía hacer era dar gracias por esa oportunidad de vivir”, concluyó.

Calificaciones para un trasplante de riñón-páncreas

  • Paciente de diabetes juvenil (tipo 1) con daño renal crónico en estadios 4 y 5: Se realiza de manera combinada, con órganos donados por paciente(s) con muerte cerebral.
  • Paciente renal que cuenta con un donante vivo (generalmente familiar): Se realiza de forma individual, en una cirugía de trasplante de riñón y, luego de una primera intervención, se trasplanta el páncreas.

Pasos previos a la cirugía

  • Evaluación completa del estado de salud por un equipo multidisciplinario: Incluye la revisión del sistema cardiovascular y cernimiento de cáncer e infecciones, entre otras pruebas.
  • Inicio de inmunosupresión que se realizará por un tiempo prolongado, mientras los órganos trasplantados funcionan de manera adecuada.
  • Revisión de un plan nutricional, apoyo sociofamiliar y cubierta de medicamentos poscirugía.
  • Inscripción en lista establecida por United Network for Organ Sharing (UNOS), entidad que regula el proceso de trasplantes (para donantes y receptores).
  • Confirmación de características morfológicas y genéticas para medir el nivel de compatibilidad cuando se identifica un posible órgano o donante.
  • Revisión del estado de salud del receptor, para proceder con la cirugía.

Características de la cirugía

  • En promedio, la cirugía puede durar entre tres y seis horas.
  • Dependiendo del nivel de hemoglobina del paciente, en ocasiones no necesitan transfusión (aunque esté lista como medida cautelar, en caso de alguna complicación).
  • Luego ocurre el trasplante del riñón, que igualmente requiere tres conexiones.
  • Las complicaciones por contaminación –ya que se trabaja con parte del intestino— se cubren con antibióticos muy efectivos para reducirla a un mínimo.
  • Nivel de sobrevida es alto; se atribuye al tipo de paciente y a su condición de salud previo a la cirugía.

Cuidado posoperatorio

  • Se promedia una semana en recuperación; por lo menos dos días en cuidado intensivo.
  • Evaluación por el cirujano, el nefrólogo y especialistas en cuidado crítico.
  • Incluye batería de pruebas y trámites realizados por un equipo multidisciplinario que ahora incluye planificación de alta, evaluación de farmacia.
  • Establece un plan de cuidado, basado en un protocolo establecido, que puede individualizarse según las características del paciente, particularmente en la parte de inmunosupresión.