Más de medio millón de adultos en Puerto Rico padecen de diabetes
Un desafío que, a su vez, representa una oportunidad para actuar, educar y prevenir

PUBLICIDAD
Hagamos un ejercicio: piensa en el nombre de seis personas que conozcas. ¿Sabías que posiblemente una de ellas vive con diabetes? No, no es una situación imaginaria, ni exagerada. Es la realidad que enfrenta Puerto Rico, donde más de medio millón de adultos tiene este diagnóstico.
La diabetes se manifiesta en distintos rostros y realidades. Los datos más recientes revelan que, al menos, 2 de cada 10 mujeres en la isla viven con esta enfermedad. Además, es mucho más común en personas mayores de 65 años, donde el 40 % ha sido diagnosticado. Esta prevalencia ha ido en aumento entre 2021 y 2023, según la Encuesta de Factores de Riesgo realizada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
Cuando se analizan otros factores, como el nivel educativo o el ingreso, el panorama se torna más complejo. La diabetes es más frecuente en personas con escolaridad baja (menos de escuela superior) y un ingreso anual menor a $15,000.
Desde hace más de una década, la diabetes y sus complicaciones se mantienen como la tercera causa de muerte en Puerto Rico. Estos datos no son solo números, son señales claras de los desafíos que enfrentamos en la prevención, el control y el manejo de esta enfermedad.
Mucho se habla de prevenir la diabetes. Sabemos que una buena alimentación, actividad física, control de peso y manejo del estrés pueden ayudar, pero el conocimiento, por sí solo, no basta.
Volvamos al ejercicio inicial. Piensa nuevamente en esas seis personas. ¿Qué obstáculos puede enfrentar quien vive con diabetes?
Es posible que una de ellas ni siquiera sepa que tiene la enfermedad. El diagnóstico tardío retrasa el tratamiento y abre la puerta a complicaciones serias. Y más que una decisión personal, este retraso puede deberse al desconocimiento, la falta de acceso a servicios de salud o a circunstancias difíciles de vida. Además, los datos muestran que el ingreso y la escolaridad están estrechamente relacionados con la prevalencia de la diabetes. Esto no solo refleja una brecha en el conocimiento sobre los estilos de vida saludables, sino también una desigualdad en el acceso a los servicios de prevención, diagnóstico y tratamiento.
El nivel socioeconómico no debería determinar la calidad de vida, pero en Puerto Rico, lamentablemente, sí influye.
Como si no fuera suficiente, enfrentamos desafíos cotidianos que complican aún más el manejo de la enfermedad: huracanes, apagones y el alto costo de vida. Todo esto afecta la continuidad del cuidado, la alimentación adecuada y la rutina necesaria para mantener el equilibrio y la diabetes en control. Aunque suene un tanto cliché, sí es posible prevenir, controlar y manejar la diabetes. Desde el gobierno y las organizaciones del tercer sector, como la Asociación Puertorriqueña de Diabetes (APD), se trabaja por mejorar la calidad de vida de quienes viven con esta enfermedad o están en riesgo de desarrollarla.
Es urgente fortalecer los sistemas de vigilancia para garantizar diagnósticos tempranos y entender cómo la diabetes afecta a distintas comunidades. También se necesita mayor acceso a especialistas, medicamentos a costos razonables y tecnología para el monitoreo de la enfermedad. Además, es vital diseñar planes de resiliencia que protejan a las personas con afecciones crónicas durante desastres naturales y otras crisis cotidianas.
Estas acciones deben estar respaldadas por políticas públicas sólidas, impulsadas desde la legislatura y otras entidades gubernamentales y comunitarias. Y claro, promover estilos de vida saludables sigue siendo una herramienta poderosa, pero estas recomendaciones deben adaptarse a nuestra cultura y realidad. Necesitamos alimentos saludables que también sean sabrosos, espacios seguros para ejercitarnos y convivir e iniciativas educativas efectivas, como las que impulsa la APD.
La diabetes en Puerto Rico no es una estadística sin rostro. Es una historia que se repite en hogares, salas de espera y hospitales. Aunque los números pueden parecer alarmantes, también representan una oportunidad para actuar, educar y prevenir. Al final del día, no se trata solo de reducir porcentajes, sino de transformar vidas, de construir un sistema de salud accesible, justo y resiliente para cada persona. Porque detrás de cada número, hay un rostro y detrás de cada rostro, una historia que merece ser escuchada.
La autora es educadora en salud, gerontóloga, comunicadora, presidenta de la Junta de Directores de la Asociación Puertorriqueña de Diabetes y catedrática auxiliar de la Escuela Graduada de Salud Pública de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas.

Este contenido comercial fue redactado y/o producido por el equipo de GFR Media.

