El cáncer de células renales es responsable de aproximadamente, el 3 % de todos los tumores malignos en el adulto. Se ha descrito que es dos veces más común en hombres que en mujeres y más frecuente en personas de raza afroamericana que caucásica.

La mayoría de los casos se diagnostican entre la cuarta y la sexta década de la vida (a partir de los 50 años de edad), pero se puede presentar a cualquier edad.

Su presentación, en muchas ocasiones, es de forma esporádica (sin antecedentes familiares) y muy raras veces está asociado a un síndrome hereditario (5% de los casos).

No son claras las causas exactas de esta enfermedad, sin embargo, el hábito de fumar (dobla el riesgo de desarrollar esta enfermedad), la exposición a ciertos productos químicos (cadmio, asbestos, petróleo), la obesidad, la enfermedad quística renal adquirida en pacientes sometidos a diálisis crónica y el uso indiscriminado de analgésicos (aspirina y medicamentos anti inflamatorios para el dolor) son los principales factores de riesgo.

Existen varios síndromes hereditarios que se asocian al cáncer renal. En general, aquellos pacientes con un familiar de primer grado diagnosticado de cáncer renal antes de los 40 años, los que presentan cáncer renal bilateral (ambos riñones) o multifocal en un mismo riñón pueden tener un componente hereditario.

El carcinoma de células renales representa de un 80 a 85% de todos los tumores malignos renales y típicamente se origina en la corteza renal. Presenta varios subtipos.

  • El carcinoma de células claras (80%) es el más frecuente
  • El carcinoma papilar (15%) se divide en dos subclases: tipo 1 y tipo 2 (este último de comportamiento más agresivo). Actualmente, se tratan de la misma manera que el carcinoma de riñón de células claras.
  • El carcinoma cromófobo y oncocitoma (5%), es de crecimiento muy lento y rara vez tiene capacidad para diseminarse.
  • El carcinoma de los conductos colectores (<1%), se comporta de modo similar al carcinoma de células transicionales de vejiga y vías urinarias.

Diagnóstico difícil

El carcinoma de células renales se asocia con una gran variedad de signos y síntomas, lo cual hace más difícil el diagnóstico. Muchos pacientes no experimentan síntoma alguno hasta que la enfermedad se ha extendido a otros órganos.

Por otro lado, con los nuevos métodos diagnósticos, hasta un 40 % de los pacientes se diagnostican de manera casual con un tumor renal cuando se realizan una ecografía o una tomografía computarizada (CT Scan) por otras razones.

Se ha descrito como una presentación usual la asociación de hematuria (sangre en la orina), masa y dolor en costado, pero esta triple asociación tan solo está presente en un 10 % de los casos.

La hematuria aparece en más de la mitad de los casos, pero puede no ser visible y tan solo evidenciarse en un análisis de orina (hematuria microscópica).

La anemia (descenso en la hemoglobina), la fiebre y la pérdida de peso son síntomas frecuentes en este tipo de tumores. Menos frecuentes son la policitemia (aumento en hemoglobina) y la hipercalcemia (aumento en el nivel de calcio que se puede deber a una extensión del tumor a los huesos).

La historia natural del cáncer de células renales es muy variable y, en ocasiones, difícil de diagnosticar. Una tercera parte de los pacientes (30 %) se presentarán con enfermedad diseminada o metastásica en el momento del diagnóstico y del 70 % de los casos restantes, un 20 a un 30 % desarrollarán metástasis a lo largo de su evolución.

Tratamientos innovadores

La revolución de la medicina moderna, con sus adelantos y nuevos tratamientos cada vez más dirigidos y específicos, nos han provisto con distintos tipos de opciones.

Algunos tratamientos son estándar (el tratamiento de uso actual), y otros se están probando en ensayos clínicos.

A veces, es posible que el médico recomiende observar el tumor de cerca, realizando pruebas de laboratorios y estudios de imágenes con citas a la clínica de forma periódica. Esto se denomina vigilancia activa. Pudiese ser la opción en adultos mayores y en personas con un tumor renal pequeño y otras afecciones médicas graves, como enfermedad cardíaca, enfermedad renal crónica, o enfermedad pulmonar grave.

Otra modalidad de tratamiento puede ser la cirugía en donde se puede lograr la extirpación del tumor y parte del tejido sano circundante. Si el cáncer no se ha diseminado fuera de los riñones, la cirugía es para extirpar el tumor, parte del riñón o el riñón entero, y, posiblemente, el tejido y los ganglios linfáticos cercanos.

En ciertas ocasiones, la cirugía puede ser el único tratamiento necesario. Cuando la cirugía no es posible, o cuando no es suficiente, se pueden considerar tratamientos sistémicos como, por ejemplo, la inmunoterapia —también llamada terapia biológica—, la cual está diseñada para reforzar las defensas naturales del cuerpo a fin de combatir el cáncer. Utiliza materiales producidos por el cuerpo o fabricados en un laboratorio para mejorar, dirigir, o restaurar la función del sistema inmunitario.

Otras alternativas de tratamiento son:

  • Terapia dirigida: Es un tratamiento que apunta a los genes o a las proteínas específicas del cáncer.
  • Antiangiogénicos: Se enfoca en detener la angiogénesis, que es el proceso de formación de vasos sanguíneos nuevos.
  • Inhibidores de mTOR: Son fármacos dirigidos a una proteína llamada mTOR que ayuda al desarrollo y al crecimiento de las células del cáncer de riñón. Los estudios muestran que estos fármacos retardan el crecimiento del cáncer de riñón.
  • Quimioterapia: Es el uso de medicamentos y fármacos para destruir las células cancerosas, generalmente, al evitar que las células cancerosas crezcan, se dividan y produzcan más células.
  • Tratamientos no quirúrgicos del tumor: La ablación por radiofrecuencia consiste en utilizar una aguja insertada en el tumor para destruir el cáncer. La crioablación (llamada crioterapia o criocirugía) consiste en el congelamiento de las células cancerosas con un artefacto de metal que se inserta a través de una pequeña incisión hasta el tejido canceroso.
  • Radioterapia: Tratamiento con una máquina especializada que emite partículas con alta potencia para eliminar las células cancerosas. En muchas ocasiones, se utiliza de manera paliativa para controlar el dolor o atacar la invasión de células de cáncer al tejido cerebral.

El autor es oncólogo médico y director médico del Instituto Oncología Moderna y Centro de Tratamientos Avanzados.