Por más de tres décadas, el doctor Jorge Luis Santana Bagur ha trabajado como investigador del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) en el Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico (RCM-UPR). Específicamente, el trabajo de Santana Bagur —quien, además, es catedrático de medicina y enfermedades infecciosas en el RCM— ha consistido en dirigir las investigaciones sobre el VIH y hepatitis en ACTU (AIDS Clinical Trials Unit).

El proceso de desarrollo de medicamentos que prometen mejoras significativas en las terapias antirretrovirales es un asunto que Santana Bagur ha visto a lo largo de su experiencia. Antes de hablar de las posibilidades reales para la cura de esta condición, que sigue siendo un problema de salud pública y que es causante del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), el experimentado médico e investigador considera necesario repasar la historia.

En el principio: los primeros esfuerzos de lucha y combate

“En estos 34 años de mi carrera, he tenido la oportunidad de ver la historia de la enfermedad con sus manifestaciones”, explicó Santana Bagur. “Desde la epidemia del sida en los años ochenta —que ya estaba en una etapa terminal cuando se diagnosticaba—, pasamos a los cócteles de tratamiento con inhibidores de proteasa que surgieron en 1996, y dieron un giro importante para la sobrevida de nuestros pacientes”, recordó.

Los medicamentos usados al principio tenían muchos efectos secundarios; los pacientes no se los tomaban porque les causaban náuseas, vómitos, diarrea y anemia, pero los nuevos alentaron la esperanza porque los pacientes comenzaron a tolerar la terapia con mayor éxito.

“Vimos cómo la calidad de vida fue mejorando de manera significativa, y los esfuerzos se dirigieron a tratar la condición mucho más temprano, y fomentar la realización de pruebas de detección cada seis meses —sobre todo si había comportamientos asociados con la posibilidad de riesgo a una exposición”, sostuvo.

De acuerdo con el médico, los estudios clínicos de ese entonces documentaban ya, en ese momento, la importancia del diagnóstico temprano, que propone una reducción en los efectos del virus en la persona que lo ha adquirido y, al mismo tiempo, conciencia sobre la importancia de prácticas y protecciones más efectivas para proteger al resto de la población.

“Una vez se adquiere el virus, tiene un período de incubación que dura entre ocho y once años en los que la persona que lo adquiere no desarrolla síntomas”, recalcó Santa Bagur. “Si la persona no hacía nada al respecto, al cabo de ese período mostraba síntomas de un daño al sistema inmune y la aparición de enfermedades oportunistas”, señaló. En ocasiones, era necesario realizar combinaciones para beneficiar a los pacientes que ya vivían con la condición. “Con los pacientes que iniciaban tratamiento no pasaba lo mismo, ya que entraban en esa nueva modalidad que les favorecía sobremanera”, indicó.

La evolución: terapias más efectivas, mejor calidad de vida

Lo que antes se percibía como una misión complicada comenzó a mejorar gracias a las investigaciones científicas que procuraban mejorar las opciones disponibles para el tratamiento del VIH, dijo el especialista.

“Con el nuevo milenio, la evolución se produjo a nivel de tolerabilidad y de cantidad de medicamentos, con la consolidación en formulaciones mucho más sencillas y tolerables, con menos efectos secundarios”, detalló Santana Bagur. “Tres medicamentos, con funciones diferentes, pero igualmente importantes, podían comprimirse en una sola pastilla. Eso fue muy bien recibido, tanto por la comunidad de pacientes como por la clase médica, porque el proceso de tratamiento avanzó de una manera tremenda”, expresó.

Desde el 2008 hasta el presente, han surgido nuevas medicaciones que permiten enfrentar el VIH de una manera mucho más efectiva. “Los medicamentos nuevos pueden suprimir el virus a pacientes nuevos y también beneficiar, de una manera más óptima, a aquellos que han tenido fallo terapéutico en los regímenes anteriores que ya he descrito antes”, apuntó Santana Bagur. Los tratamientos consideraron su desarrollo y probaron, sin duda alguna, lo que sabemos al presente: esta condición puede tratarse de forma adecuada y permitir que las personas puedan vivir muchos años.

El principio del futuro: de la inyección a la impregnación subcutánea

En su empeño para evolucionar el tratamiento actual, la industria farmacéutica se enfocó en desarrollar medicamentos inyectables, que han cambiado el panorama para muchos pacientes que viven con VIH.

“El primero de estos fármacos fue aprobado a finales de 2020. Eso tuvo una repercusión bien positiva en los pacientes porque hay un factor psicológico importante, al eliminar el uso de pastillas y sustituirlo por una inyección que mantiene el virus en control por cuatro semanas”, explicó. (Al momento de redactar esta pieza, los servicios de información de Inglaterra y Gales anunciaban la aprobación, por parte del Instituto Nacional de Salud de ese país, de un medicamento inyectable de acción prolongada que se aplicaría a pacientes cada ocho semanas, de acuerdo con información publicada en el portal aidsmap.com).

Santana Bagur aseguró que esta modalidad de tratamiento continuará su evolución de una manera significativa y beneficiosa, encaminada a reducir la presencia del VIH y, eventualmente, la reducción de nuevos contagios.

“Ya se habla de la posibilidad de una impregnación subcutánea con medicamentos, en formulación de nanopartículas —una tecnología que se ha aprendido en los últimos diez, doce años, y que es responsable por la vacuna del COVID-19″, recalcó el experto. “Precisamente, al surgir la pandemia, se abrió la posibilidad de explorar otros usos para el RNA mensajero, por su efectividad y seguridad”.

En el caso del VIH, dijo Santana Bagur, “se puede usar esa misma tecnología para desarrollar preparaciones de tratamiento que se pueden modificar para condensar, en partículas muy pequeñas, una alternativa que se puede inyectar o impregnar en un dispositivo que se coloca por debajo de la piel”. Como ejemplo, el médico mencionó los anticonceptivos subcutáneos de larga duración.

La tecnología disponible permite, según el doctor, utilizar esa misma estrategia para estos dispositivos que facilitarían aún más el tratamiento actual, con menos daño para los pacientes. “En ese sentido, esto es una realidad que puede ocurrir tan pronto como el año próximo. De igual forma, se pudieran utilizar también como medida preventiva en sustitución de la profilaxis pre-exposición (PrEP) que, de igual forma, se aplicaría en una modalidad de larga duración”, afirmó.

En el caso de las personas que llevan muchos años viviendo con VIH, el doctor Santana Bagur mencionó la promesa de infusión con anticuerpos monoclonales, que igualmente surgieron para atenuar el severo impacto del COVID-19. “En el caso del VIH, estamos empezando a confeccionar estos anticuerpos para que identifiquen la célula que está infectada con el virus en estado latente; eso evitaría que, cuando la célula se multiplique, no contamine a otras células”, detalló.

¿Una cura a la vista?

“Todos estamos deseosos de conseguir una cura, pero, hasta ahora, no hemos podido”, admitió Santana Bagur con honestidad. “En lo que eso ocurre, estamos creando otros frentes para mejorar el tratamiento, en la ausencia de una vacuna preventiva, que es lo que aún no se ha logrado”, manifestó.

Sin embargo, el experimentado médico e investigador no pierde la esperanza. “Con estas nuevas tecnologías, hay mucho interés por buscar alternativas que permitan manipular segmentos del virus. El horizonte que se ve es bien optimista para el desarrollo de estas vacunas preventivas que permitan controlar la epidemia, como ya se probó con el indetectable es igual a intransmisible, que está ampliamente documentado”, recalcó.

“Es cuestión de paciencia, constancia y, por supuesto, fe en los avances de la ciencia. Estoy seguro de que lo vamos a ver en un futuro muy cercano”, concluyó Santana Bagur.