Cuando hablamos de educación en línea, a distancia, online o fully online son muchas las variables que se consideran. Estas van desde la regulación para la modalidad, los recursos y las inversiones necesarias para su desarrollo, hasta la calidad en la construcción, el desarrollo de los contenidos y las tecnologías a utilizar.

No es una modalidad económica, pero ha sido una tendencia en los últimos años que las circunstancias, así como los eventos surgidos, han posicionado como protagonista del sistema educativo primario, secundario y universitario, ya que, de otra forma, no fuera posible mantener la educación, ante la crisis sanitaria que vive el mundo a raíz del COVID-19.

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Los factores que han obligado a algunas instituciones de educación superior (IES) a ampliar su oferta académica e incluir programas a distancia son muchos. Otras visionarias se han movido sin obligación, reconociendo que la tecnología llegó para quedarse y que puede ser el medio para democratizar la educación y llevarla hasta lugares que, de otra forma, no fueran posibles.

Las razones por las que la educación a distancia ha crecido tan vertiginosamente durante los últimos años son múltiples. Las instituciones han optado por fortalecer su oferta académica para brindar acceso a más estudiantes, obtener una mayor competitividad y allegar la educación a estudiantes no tradicionales.

No todo ha sido fácil para las instituciones, ya que la modalidad tiene sus obstáculos como la falta de aceptación de algunos los docentes y los altos costos asociados con el desarrollo de los programas (Allen & Seaman, 2007). Las IES tienen que adaptar sus procesos y políticas para insertarse en el nuevo paradigma que sugiere la educación virtual, sin sacrificar la calidad (Sloan Consortium, 2020). Sin embargo, la inversión que esto representa es algo que no todos están preparados o dispuestos asumir.

Actualmente, el término educación a distancia representa un concepto sombrilla, el cual cobija diferentes acepciones, como “educación virtual”, “educación abierta”, “educación alternativa” o “e-learning” (Ñaupas, 2004; Henderson & Chapman, 2007).

Como consecuencia del COVID-19, se han adoptado muchos otros términos para referirse a la educación mediada por diversas tecnologías en la que el docente y el estudiante se encuentran distantes físicamente. Con el tiempo, diversos autores han acotado varias definiciones, coincidiendo en que la educación a distancia es esa enseñanza asíncrona en el tiempo y el espacio, o síncrona mediada por tecnologías, donde el docente y el estudiante no están físicamente en el mismo lugar y pudieran estar o no en el mismo momento. Han estado muy de moda las plataformas de videoconferencias, los encuentros sincrónicos, los chats y otras, donde el estudiante y el docente comparten al mismo tiempo.

En fin, Rivera (1999) establecía que la educación a distancia ocurre cuando a través de cualquier medio de comunicación se busca crear, comunicar, transmitir y evaluar el conocimiento. En el 2021 hemos validado que el cielo es el límite cuando de estrategias para mantenernos comunicados se trata y que la evolución de las tecnologías ha ido en aumento hasta suplir diversas necesidades, incluyendo las educativas.

Sin embargo, los diversos eventos que han tocado a Puerto Rico y al mundo en los últimos años requieren que diferenciemos la educación a distancia de la educación o enseñanza remota por emergencia.

La enseñanza remota por emergencia (ERE) surgió hace muchos años para atender la necesidad de continuar educando en países afectados por las guerras, en los que no era posible abrir escuelas. La particularidad de estos eventos era, justamente, la emergencia, lo que implica que no hay tiempo para la planificación ordenada y sistemática. Es necesario improvisar y atender la necesidad de continuar maximizando los recursos disponibles —si alguno— y obtener el mejor de los resultados.

La educación a distancia es planificada, estructurada y validada a través de la creación de contenidos y alineaciones donde el currículo establece la pauta, mientras que el docente es el creador de los contenidos que un experto en diseño de la instrucción transforma. En la ERE no hay oportunidad de transformar el contenido, adaptarlo a los diversos estilos de aprendizaje y crear objetos de aprendizaje, hay que, de forma creativa, pero rápida, transformar ideas y pensamientos con las herramientas disponibles. La ERE fue la alternativa de algunas instituciones, ya que no contaban o no cuentan con un modelo de educación a distancia, con plataforma académica, diseño instruccional y estructura validada para la modalidad con calidad.

Son múltiples las implicaciones que la enseñanza-aprendizaje a distancia conllevan. Incorporar la tecnología en el proceso de enseñanza y aprendizaje a distancia en una institución de educación superior implica, en lo intelectual, el conocimiento y el uso adecuado de recursos; en la logística, la disponibilidad de una plataforma tecnológica las 24 horas, los 7 días, además de apoyo técnico en línea; y, en lo emocional, la sensibilidad ante una experiencia educativa a distancia de estudiantes y docentes involucrados en el proceso (Herrera, Mendoza y Buenabad, 2009).

Los cursos en línea se caracterizan porque permiten desarrollar una nueva opción de enseñanza-aprendizaje a distancia para lograr una educación con cobertura y calidad (Sloan Consortium, 2020). La eliminación de las limitaciones espacio-temporales; el mejoramiento en el proceso interactivo y nuevas formas de comunicación que permiten un aprendizaje colaborativo son algunas de las ventajas que se le atribuyen a la educación a distancia y que la hacen una opción de expansión para las instituciones de educación superior.

No es difícil coincidir con investigadores que establecen algunas de las bondades de la modalidad como que un buen curso en línea, facilita la actualización y la profundización de los contenidos; disminuye el aislamiento que caracteriza la educación a distancia y desarrolla en el participante capacidades de análisis, razonamiento, creación y criticidad, variables que solo son posibles en la planificación del buen diseño instruccional que tiene un buen curso en línea. Estos aspectos deben ser considerados por los administradores académicos como factores esenciales en la calibración de la calidad de los programas a distancia, ya que son las variables que distinguen la modalidad de un método alterno por emergencia.

Reconocemos, como educadores, que el estudiante debe ser el centro del sistema educativo, los docentes son el motor que mueve la educación y hace posible la magia en el aprendizaje y la retención estudiantil. Contar con docentes, no solo especialistas en su área o materia, sino comprometidos con la gestión docente en línea es lo que hará de los programas en línea de su institución unos de calidad. La participación de los docentes, su compromiso y dedicación ante su gran responsabilidad diferencia los programas exitosos de otros.

La educación a distancia, cuyo andamiaje se sostiene en la planificación e inversión, tendrá mayores probabilidades de éxito. Los docentes virtuales competentes estarán al frente del proceso de enseñanza mediado por tecnologías, minimizando el espacio temporal y el sentido de soledad que representa no estar en una sala de clases tradicional. El Modelo de Educación a Distancia debe contemplar la interacción entre los diversos participantes del proceso para hacer de la experiencia virtual enriquecedora y gratificante. Es el docente virtual quien ofrece guía, dirección y apoyo al estudiante, cuya responsabilidad primaria es su propio aprendizaje.

La autora es decana institucional de Educación a Distancia de EDP University of Puerto Rico, Inc.