En 2017, tras el impacto del huracán María y la devastación en el archipiélago de Puerto Rico, decenas de universidades estadounidenses abrieron sus puertas a estudiantes puertorriqueños a través de programas que les proveían procesos de admisión más sencillos o la posibilidad de asistir a estos campus, de forma gratuita, durante un tiempo.

Entonces, la Universidad de Rochester, en Nueva York, recibió a siete alumnos; este semestre, tres de ellos se graduaron, tras completar sus respectivos bachilleratos.

La persistencia para cumplir un sueño

Brian Basu Pérez fue uno de ellos. Siempre quiso estudiar en Estados Unidos, pero, debido a limitaciones económicas, tuvo que postergar su deseo cuando decidió en qué universidad completaría su preparación subgraduada.

La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico (UPR) Recinto de Río Piedras sería el espacio donde se desarrollaría, mas era consciente de que, a la institución superior, se le avecinaba una lenta recuperación.

“En ese momento, yo pensé mucho en brincar el charco en apenas mi primer año cuando no tenía ningún crédito aprobado en la universidad, pero siempre fui bien atrevido, y tomé la decisión de solicitar a varias universidades”, recordó el joven de 22 años.

A pesar de los obstáculos que, asegura, le colocó la UPR y que culminaron en la cancelación de su primer semestre, al llegar a Rochester, le cautivó el ambiente que imperaba, la competitividad y la motivación entre los alumnos. No obstante, los impedimentos económicos le imposibilitaron, nuevamente, ser parte de la matrícula fija del campus neoyorquino.

“En verano de 2018, regreso a Puerto Rico un poco desmotivado porque pensaba que la universidad me iba ayudar un poco más económicamente. Me reincorporo a la UPR, pero yo me dije: ‘Yo tengo un sueño y lo quiero cumplir’”, destacó Basu Pérez.

Durante un año académico, además de estudiar a tiempo completo, trabajó 40 horas a la semana. Sin embargo, en agosto de 2019, decidió que, sin importar los sacrificios económicos que tuviera que sobrellevar, se trasladaría a Rochester.

Como consecuencia de su insistencia y de 21 créditos que pudo convalidar de su instrucción en el Centro de Desarrollo Integral (CeDIn) de la Universidad Interamericana de Puerto Rico (Inter), logró que le proveyeran la ayuda monetaria que requería para culminar, en tres semestres, su bachillerato en Relaciones Internacionales.

“Esa segunda parte de mi transición para acá fue dura porque, emocionalmente, yo sabía que yo no estaba bien, pero yo creo que uno tiene que atender los problemas de frente. Por lo mismo, ese tiempo me dediqué a mí, comencé a ir al gimnasio y busqué ayuda en el programa de salud mental que provee la universidad”, compartió.

Por otro lado, Basu Pérez quería “dejar su marca” en la institución superior, por lo que fundó la Organización Estudiantil de Puertorriqueños y la “Pre-Law Society”. Actualmente, cada una cuenta con más de 50 miembros. Asimismo, desde febrero, trabaja como paralegal en una firma de San Juan con aspiraciones a estudiar Derecho en alguna universidad estadounidense para radicarse, en algún momento, en Washington D.C.

Un encuentro con la independencia

Entre los planes universitarios de Mariana Ortiz Casanova, se encontraban sus estudios subgraduados en la Universidad del Sagrado Corazón (USC) y un posible semestre de intercambio que rondaba por su cabeza, pero jamás imaginó que se graduaría de una institución estadounidense.

“Mi plan siempre fue quedarme en Puerto Rico luego del huracán María y terminar mi bachillerato, pero una amiga me comentó sobre el semestre gratuito en Rochester y me dijo que no perdíamos nada. Pensé que ese podía ser mi intercambio, y me aceptaron, pero yo no sabía lo que me esperaba”, subrayó la joven natural de Manatí.

Al llegar, la estudiante de 22 años fue recibida por una tormenta de nieve que solo le hacía añorar aún más el clima y las playas del archipiélago borincano.

“Yo era bien apegada a mi familia y, al principio, le decía a mami: ‘Me quiero ir. Quiero regresar a Puerto Rico’. Se acercaba Spring Break, y yo le decía que me fuera buscando los pasajes, pero, de un día para otro, le dije que me quedaba”, sostuvo Ortiz Casanova.

La graduada en Psicología con una concentración menor en Estudios Legales comenzó a estrechar lazos de amistad y a valorar todas las oportunidades que le estaba ofreciendo la universidad. No obstante, la decisión de culminar su bachillerato en Nueva York no significó que la transición académica haya sido sencilla.

“Yo no sabía que Rochester era una universidad que tenía una buena posición en los rankings y que era bien competitiva. Yo llegué, y, al principio fue un shock porque además yo estaba en esa transición de escuela superior a universidad. Estaba un poco perdida en el proceso, pero después comencé a recuperarme”, indicó la joven que en agosto iniciará estudios en la Escuela de Derecho de la UPR.

La educación en línea llegó para interponerse en el camino de ese progreso académico, debido a que Ortiz Casanova se vio obligada a abandonar el campus para regresar a Puerto Rico y atravesar la pandemia con su familia.

La lejanía con sus compañeros y los escasos recursos que tenía en su hogar la desmotivaron. No obstante, la noticia de que la ceremonia de graduación sería presencial sirvió de motivación para culminar su bachillerato.

“Siento que, con esta experiencia, crecí como persona y maduré más de lo que hubiese esperado. Irme a Estados Unidos sola me ayudó a abrir mis propias puertas, ser más sociable: he visto un cambio drástico de cuando llegué a cómo estoy ahora”, concluyó la también cofundadora de la Organización Estudiantil de Puertorriqueños en Rochester.

El miedo a sentirse estancada

Por su parte, en 2017, Claudine Daneri de León se mudó de Santo Domingo no solo a estudiar en el Recinto Metro de la Inter, sino a compartir más tiempo de calidad con su madre, quien reside en San Juan.

Sin embargo, debido al complejo proceso de recuperación que atravesaba el archipiélago, la dominicana de 22 años decidió trasladarse a Nueva York con su madrina.

“Cuando pasó el huracán, yo sentía que estaba perdiendo tiempo, y me vi obligada a perder ese primer semestre completo. Yo me dije: ‘Tengo que tomar las riendas por mí misma, y, si me quedo en Puerto Rico, no sé cómo todo pueda terminar’”, detalló.

Al llegar a la ciudad estadounidense, se topó con la necesidad de comenzar a trabajar, y, al mismo tiempo, encargarse de realizar lo indispensable para ser admitida en alguna universidad porque “no estaba dispuesta a perder otro semestre”.

“Siempre tuve presente que el plan era empezar en Puerto Rico, y luego quizás transferirme a alguna universidad en Estados Unidos porque sabía que así sería un poquito menos complicado que si hacía el traslado desde República Dominicana”, precisó Daneri de León.

La joven quedó fascinada con las clases que tomó ese primer semestre como visitante y la seguridad en cuanto a continuidad que el ambiente le daba. Por tanto, la decisión de quedarse en Rochester no le tomó mucho tiempo.

“Con mis estudios en Puerto Rico, yo estaba esperando pasar más tiempo con mi mamá, pero ella me entendió y me apoyó. Ella sabía que yo estaba priorizando mis estudios como debería ser”, subrayó la graduada en Economía y Negocios con una concentración menor en Filosofía.

Con el impacto de la pandemia por la COVID-19, la joven viajó al archipiélago, donde realizó, de forma remota, una pasantía de verano con la compañía de Boston Loomis Sayles, a la que se unirá en unas semanas como asociada de inversiones.

Sin embargo, a pesar de la relación afianzada con su madre o el clima tropical, en enero, decidió regresar al campus para compartir con compañeros internacionales que, seguramente, no volvería a ver y para recuperar la concentración que no tenía en la habitación de su cuarto.

“Voy a recordar todas las oportunidades que se me dieron gracias a la universidad, pero por mí también porque uno no se puede dormir, siempre hay que estar buscando qué hacer”, resaltó Daneri de León.