Llegar a la universidad es un momento ansiado para muchas personas. También, puede traer nervios en cuanto a la incertidumbre de los tiempos venideros. Sin duda, es un proceso diferente y de constante adaptación, pero que, de ser deseado, será de gran satisfacción.

Para Alejandra Silva Ruiz, una estudiante de quinto año en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (UPR), la vida universitaria ha sido más de lo que esperaba.

Dentro de las circunstancias que el país ha atravesado desde 2017, cuando la joven de 23 años comenzó su bachillerato, reconoce que su experiencia universitaria “ha sido súper buena, en comparación con otras personas y otras realidades”.

En el caso de Marina Reyes Huertas, estudiante de segundo año en la UPR en Río Piedras, la experiencia ha sido muy distinta, pues comenzó su travesía universitaria en medio de la pandemia por COVID-19.

Pese a que enfrentarse a una nueva etapa académica puede ser intimidante para estudiantes de nuevo ingreso, Reyes Huertas no considera que esto haya sido particularmente difícil. No obstante, el reto ha sido asumirse una jerezana. Entiende que, al terminar la escuela superior y comenzar la universidad de forma virtual, no cerró una etapa para comenzar la siguiente.

“Yo pienso que lo que necesito es tiempo de estar en la universidad, como una universitaria normal”, indicó la joven estudiante de periodismo.

Etapa de cambios simultáneos

El estudiante Héctor Luis Ramos destacó que su ingreso a la Universidad del Sagrado Corazón, donde cursa su cuarto año de bachillerato, representó mucho más que un cambio académico. En su caso, también representó la independencia económica y emocional de su zona cómoda y conocida.

Hasta el 2018, Ramos había vivido en Salinas y se había criado muy cercano a su familia. Al decidir estudiar en San Juan, le tocó, también, comenzar a trabajar para poder costear sus estudios y todas sus necesidades.

Ese primer año fue bien importante porque conseguí mi primer trabajo. Ese año fue que me desprendí completamente de lo que son los ingresos de casa y empecé a pagarme las cosas. Empecé a tomar decisiones más conscientes”, explicó.

Por su parte, Reyes Huertas tuvo una transición escalonada a la vida universitaria. Al comenzar con las clases en línea, pudo estudiar desde su casa, en Hatillo. Cuando le tocó ir presencialmente a la universidad, se mudó con su hermana, quien ya vivía en Río Piedras. De esta manera, la transición de moverse fuera de su espacio conocido fue menos abrupta.

El acompañamiento permite una transición más llevadera

Los tres estudiantes consultados coincidieron en que ingresar a grupos estudiantiles fue de gran beneficio para acoplarse al gran cambio de ingresar a la universidad, pues les ofrecieron el acompañamiento que les hacía falta.

El primer acercamiento que Silva Ruiz tuvo con la universidad fue a través del voleibol. De hecho, escogió estudiar en Mayagüez porque le ofrecieron una beca deportiva. Este factor le ayudó a conocer su universidad, tener sentido de pertenencia y a crear una comunidad con sus compañeras de equipo.

“Si uno, como estudiante, no se mete en estas cosas, te pierdes de conocer a gente que está en las mismas que tú”, dijo la dos veces campeona de la Liga Atlética Interuniversitaria, quien también perteneció a otras asociaciones universitarias y destacó el apoyo incondicional de sus padres.

Para Reyes Huertas, quien comenzó sus bachillerato en pleno encierro pandémico, ingresar al medio universitario Pulso Estudiantil y comenzar a trabajar dentro de la universidad fue muy importante para cultivar relaciones con amistades y colegas.

Por otra parte, Ramos, quien se ha destacado como un líder en su universidad, considera que integrarse a organizaciones estudiantiles es imprescindible en el proceso de adaptación a la vida universitaria. En su caso, estos grupos le brindaron lo que identifica como su sistema de apoyo y su familia elegida.

“Me ayudaron en todo este proceso de independencia. Cuando no tenía carro, me llevaban al trabajo fuera de la universidad. A veces, hacíamos un serrucho para poder comer o solamente me acompañaban para que uno no se sintiera solo en esta experiencia universitaria porque, al igual que yo, estas personas pasaron por este proceso de independencia y de cortar con los lazos de codependencia que creamos con nuestros familiares”, sostuvo.

Además, destacó que ese acompañamiento fue necesario para continuar sus estudios con todos los procesos de readaptación, como las clases virtuales por COVID-19, que han estado presentes en los años que lleva en la universidad.