La difteria, las paperas, la tosferina, el polio y el sarampión son ejemplos de algunas enfermedades que en el pasado acababan con la vida de miles de personas en un corto período de tiempo o les provocaban daños irreversibles. Gracias a las vacunas, las generaciones más jóvenes no conocen la mayoría de estos males.

“Las vacunas han sido tan efectivas que hay muchas enfermedades que ya no las vemos”, estableció la infectóloga pediátrica Sanet Torres.

Para hacer frente a la resistencia, hace falta conocer los datos. Cerca de tres millones de personas se salvan cada año gracias a las vacunas, según estima la Organización Mundial de la Salud. Esta forma sencilla y eficaz de proteger a los seres humanos contra enfermedades que pueden ser mortales es uno de los más grandes desarrollos de la humanidad en la historia moderna.

Sin embargo, para quienes no se levantaron un día con los ojos amarillos por la hepatitis A, vieron la piel de sus hermanos cubierta de puntos rojos por sarampión o algún familiar con la cara inflamada por las paperas, la protección que ofrecen las vacunas podría parecerles muy abstracta. Como consecuencia, minimizan su valor, desconfían o pueden creer información falsa que se difunde ampliamente por internet.

La reticencia a la vacunación, que es el retraso o el rechazo a la vacunación que tienen las personas para sí mismas o para sus hijos, se ha convertido en un desafío cada vez mayor para los países y organismos de salud pública.

Diferentes niveles de reticencia

La doctora Torres ha identificado en su práctica diferentes grupos que muestran reticencia: los desinformados, los desconfiados o reacios y los que han creído teorías de conspiración que no tienen ningún fundamento científico.

El primer grupo suelen ser personas que no tienen toda la información sobre el desarrollo, la investigación que se realiza antes de hacer accesible una vacuna y los beneficios de protección que genera. “Son quienes preguntan a la tía o a la vecina y se dejan llevar por esos rumores, pero teniendo una conversación directa con un profesional de la salud, entienden el racional y el beneficio”, describió Torres.

El segundo grupo, son quienes, quizás, temen a un efecto secundario, poco probable. “Les recalco que es como cualquier medicamento. Cada situación se debe tratar de forma individual y el hecho de que alguien cercano tuvo un evento asociado a una vacuna, no significa que le vaya a pasar a ti o a tu hijo. Por eso, es importante hablar con el pediatra o médico primario”, recomendó la doctora.

El tercer grupo, que cree y propaga desinformación, según Torres, es el más pequeño, pero hace mucho ruido.

La especialista, que promueve la vacunación, ha optado por dirigir sus energías a educar a quienes tienen dudas, pero tienen apertura a escuchar las voces expertas.

El peligro para la inmunidad colectiva

La reticencia a la vacunación no solo pone en riesgo a quienes deciden no vacunarse. La decisión de no aceptar la inmunización tiene consecuencias colectivas. Mientras más personas queden desprotegidas, también quedan vulnerables otras personas que, por condiciones específicas, no pueden vacunarse. Impiden así llegar a la llamada inmunidad de rebaño o inmunidad colectiva.

Establece la Organización Mundial de la Salud que la inmunidad colectiva se logra cuando se vacuna a la gran mayoría de la población, lo que reduce la cantidad total de virus que se puede propagar.

“La inmunidad colectiva se logra protegiendo a las personas de un virus, no exponiéndolas a él”, señala la entidad internacional.

Estrategias efectivas

La reticencia a las vacunas ha significado que Torres haya tenido que tratar a múltiples pacientes con infecciones prevenibles recientemente. Algunos con influenza, un virus que suele ser subestimado, pero que puede provocar la muerte, pero también ha visto enfermedades que ya casi no se ven, como el tétano.

Otro ejemplo es el virus del papiloma humano (VPH). La vacuna, recomendada para los niños y niñas de 11 a 12 años, aunque esta se puede administrar desde los 9 años, está aprobada por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA en inglés) para la prevención de los tipos de VPH más comúnmente asociados al cáncer cervical, así como al cáncer de vulva, vagina, ano, de orofaringe y otros tipos de cáncer de cabeza y cuello. También protege contra los tipos de HPV asociados a las verrugas genitales. La vacuna contra el VPH es segura y efectiva, y provee protección de larga duración. Estudios de investigación han demostrado que las personas jóvenes crean más anticuerpos que las personas vacunadas a mayor edad. Esto significa que los jóvenes estarán más protegidos si se exponen al VPH en un futuro, y resalta la importancia de la vacunación a edades más tempranas.

Torres apuesta por la educación para contrarrestar esta resistencia y lograr el principal objetivo, que es salvar vidas. “Dentro de mi evaluación, pregunto el historial de vacunas. Esa es mi primera interacción para saber dónde los papás están parados. Trato de ir poco a poco, explicándoles, sin hacerles sentir culpables”, contó.

Recomienda la búsqueda de información en fuentes confiables, como son los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, la Organización Mundial de la Salud, la Academia Americana de Pediatría y el Comité de Prácticas de Inmunización.

Accede a www.dondemevacuno.com para los centros de vacunación disponibles.