El 23 de diciembre de 1971, el fenecido expresidente Richard Nixon firmó la Ley Nacional del Cáncer, “una enmienda a la Ley de Servicio de Salud Pública de 1944″. De acuerdo con el Instituto Nacional del Cáncer (NCI, por sus siglas en inglés), fue un gran momento en la historia, ya que representó el compromiso de Estados Unidos con lo que el presidente Nixon describió como la ”guerra contra el cáncer”, enfermedad que, en ese momento, era la segunda causa de muerte en ese país.

Esta conmemoración permite repasar muchos hitos en la historia de esta gran gesta que, a juicio de la doctora Marcia Cruz-Correa —directora ejecutiva e investigadora del Centro Comprensivo de Cáncer de la Universidad de Puerto Rico (CCCUPR)— merece una reflexión de agradecimiento.

De hecho, en su recuento sobre los momentos más importantes del tratamiento de cáncer, Cruz-Correa recordó la creación del Instituto Nacional del Cáncer (NCI), un centro de investigación centrado en el estudio de esta condición.

“Muchas personas no saben que el Hospital Universitario [que opera desde los predios del Centro Médico] se convirtió, en 1973, en el tercero que recibió fondos de apoyo para realizar lo que Nixon había prometido: más investigaciones y mejores tratamientos”, señaló Cruz-Correa . “En ese esfuerzo, hay que reconocer al doctor Reynold López Enríquez, cirujano oncólogo y miembro de la facultad de cirugía del Recinto de Ciencias Médicas, uno de los pioneros en esa gesta”, recalcó.

¿Por qué se declaró una guerra al cáncer?

Ante la comparación de la cura del cáncer con una “guerra”, Cruz-Correa analizó su posible origen. “Pienso que quería representar el significado de la pérdida de la vida [ante esta condición]. Ante ese llamado, ocurrió ese vínculo entre pacientes, médicos, familiares, proveedores de cuidado clínico y de apoyo, sobrevivientes, organizaciones afines y el Gobierno para trabajar unidos, no para una guerra, sino para trabajar a favor de la vida”, enfatizó.

Esta analogía también aplica a todos los progresos alcanzados en el diagnóstico temprano que representan oportunidad y esperanza. Esto incluye el desarrollo de maquinarias más precisas para capturar imágenes y detectar, con mayor precisión, la presencia de células anormales que, en etapa temprana, pueden tratarse con mayor eficacia.

La tecnología, sin duda, ha favorecido este proceso. Sin embargo, la también gastroenteróloga, admitió que revelar un diagnóstico nunca pierde su impacto.

“Nadie estudió medicina para dar sentencias de muerte; creemos en la vida y en la oportunidad de diagnosticar, tratar y curar. Hablar sobre esta condición requiere transformar la mente, tanto la del proveedor del cuidado como la de quien recibe el diagnóstico”, reiteró.

Con ello, la especialista resaltó como un hito importante el beneficio que ha producido la integración entre el paciente y todo su grupo de apoyo para el proceso de curar la condición como un avance significativo en estos 50 años. “No siempre tenemos la oportunidad de curar, por eso hay que ponerse en los zapatos del paciente cuando enfrenta la noticia porque atraviesa todas las etapas –desde la rabia hasta la aceptación”, admitió la doctora. “El apoyo de todo este equipo es crucial para que el paciente enfrente la situación siempre pensando en los mejores resultados”, aseguró.

¿Quiénes se suman a este ejército?

“La palabra ‘cáncer’ todavía se asocia con muerte. Siempre advierto al paciente que yo voy a dar un diagnóstico, pero se trabajará en equipo: la persona diagnosticada, su familia y todos nosotros”. Por eso, uno de los hitos más importantes de este esfuerzo ha sido, para Cruz-Correa , ampliar el tratamiento del cáncer desde una perspectiva multidisciplinaria, para un manejo mucho más coherente, eficaz y sensible. En esta guerra, este esfuerzo constituye su brigada de combate.

“Es un asunto muy complejo, y no lo puede hacer una sola persona”, destacó. “Se incluye al psicoterapeuta, al personal de apoyo clínico, a los médicos que realizan procesos como biopsia o cirugía, a los especialistas en genética, al nutricionista… También se integra la parte espiritual, porque no podemos olvidarnos del alma”, resaltó la doctora. “Todo este equipo es necesario para que el paciente se sienta acompañado”.

Otro hito importante, según Cruz-Correa , ha sido el desarrollo e implantación de las mejores terapias disponibles para el manejo del cáncer, uno de los propósitos de la ley firmada por Nixon. “La misión del CCCUPR es añadir valor a lo que ya existe en nuestro país. Contamos con un grupo de profesionales extraordinarios, a través de toda la isla, que nos apoyan en esta tarea”, explicó. “Con el respaldo de tanta gente comprometida, nuestra meta es recuperar la acreditación del Instituto Nacional del Cáncer (NCI) para certificarnos como una institución de tratamiento multidisciplinario”, afirmó.

¿Dónde más está el enemigo?

La integración de otros componentes que incluyen la demografía y la sociología permite profundizar, con herramientas más eficientes, en las razones por las que se manifiesta el cáncer en una población específica. “Por ejemplo, hay que observar si una célula se dañó, ¿por qué lo hizo? Si somos los puertorriqueños más vulnerables a ciertos tipos de cáncer, ¿por qué? Hay que buscar esas explicaciones e integrarlas a los datos como parte del avance en el progreso del tratamiento”, aclaró Cruz-Correa.

El enemigo mayor, sin embargo, sigue siendo esa célula que, como describió Cruz-Correa , se parece a un cangrejo, si se mira en un microscopio y que, al no poder autorregularse, crece de manera anormal. Por eso, el desarrollo de pruebas de cernimiento mediante muestras de sangre –una biopsia líquida—, la combinación de tratamientos para reducir o eliminar las células cancerosas, y la integración de la inmunoterapia y otros tratamientos antiinflamatorios para lograr, en lo posible, el estado de remisión ha sido, para la doctora, un gran logro.

Finalmente, la doctora Cruz-Correa planteó un aspecto importante que es un acontecimiento indiscutible en esta gesta iniciada por Nixon: continuar con todos los esfuerzos disponibles, tanto en la investigación como en el tratamiento para que, en algún momento, el cáncer pueda curarse.

“Lamentablemente, todavía no hemos llegado a ese punto”, admitió con sinceridad. “Diariamente, en Puerto Rico, fallecen personas por esta enfermedad. Según su experiencia y los datos disponibles, la expectativa de vida para un paciente en estadio IV o cáncer metastásico no llega a un 20%. “Otros tipos de cáncer tienen una mejor expectativa de vida, y eso es un gran avance. Sin embargo, hasta que no tengamos la respuesta correcta y las armas adecuadas para curarlo totalmente, aquí estaremos, listos para dar la batalla hasta conseguirlo”, concluyó Cruz-Correa.