Al hablar con el licenciado Enrique Ramos Meléndez se puede entender por qué su vida gira en torno a su hijo Enrique Ignacio “Nacho” Ramos y es que ambos tienen una relación muy estrecha que se define por un profundo amor, salpicado de orgullo, complicidad y respeto que se hace evidente desde el primer momento en que se conversa con ellos.

Para su edad, Nacho es un niño determinado, educado y muy seguro de sí mismo. A sus once años puede verbalizar con claridad las características que más admira de su padre y agradece tenerlo en su vida.

“Él nunca se quita, aunque las cosas estén bien malas. En realidad, él cuida a la gente que ama, siempre los ayuda. Agradezco que tengo un papá así, porque algunos hijos no lo tienen y cada día, cuando él hace algo bueno para mí, sé que tengo que aprovechar todos los días que tengo con mi papá porque no lo voy a poder tener siempre”, dice con mucha madurez el niño, quien es un excelente jugador de soccer con su equipo Atléticos de San Juan.

Sin embargo, esas palabras no se dan en el vacío, ya que Nacho ha aprendido a valorar a su papá, quien comparte la custodia del niño hace varios años.

“Ha sido un proceso de adaptación y de aprendizaje, aunque no te niego que es bien fuerte”, dice el abogado, quien asegura que, a pesar de que la custodia compartida no siempre significa que la división del tiempo sea equitativa, en su caso sí lo es y el niño está una semana con papá y una semana con mamá.

“Yo espero con ansias el día de buscarlo y reunirnos nuevamente”, destaca, el mencionar que, la semana que no está con Nacho, va a la escuela a desayunar con él y asiste a sus prácticas de soccer y sus otras actividades escolares y extracurriculares. Sin embargo, acepta que esa misma emoción se convierte en un sentimiento inverso cuando le toca separarse de su hijo en esa semana alterna en la que está con su mamá.

“El día antes los ánimos cambian, y aunque ha pasado tiempo, esas dos emociones siempre están presentes y hay bregar con eso”, reitera con cierta resignación, mientras recuerda cuando tuvo la primera conversación con su hijo sobre la nueva dinámica familiar en la que estarían adentrándose.

“Obviamente, fue bien fuerte al principio, cuando se le explica todo, y una de las cosas que yo recuerdo que le dije fue ‘Nacho, papá y mamá siguen siendo amigos, pero no van a vivir juntos. Esto no tiene nada que ver contigo. Tú vas a seguir estando con papá todas las veces que quieras y con mamá todas las veces que quieras. Eso no cambia’”. Desde entonces, se ha encargado de ser un padre presente y amoroso, para quien la comunicación es un elemento esencial en la relación con su hijo.

Esa relación con Nacho se ha ido haciendo más fuerte con el pasar de los años: su primer baño se lo dio papá y fueron muchas las veces que el pequeño durmió en su pecho. Asegura que ese apego profundo entre padre e hijo se dio no solo por ese contacto directo piel a piel, sino también porque, desde un principio, expresar su amor paternal y estar presente para su hijo ha sido su prioridad.

“Siempre estuve bien consciente. Y, como adulto, uno va pensando cuál fue la forma en que nos criaron. De eso uno saca lo bueno y lo menos que nos gustó, y uno empieza a montar ese método de cómo es que tú quieres ser papá. Claro, no te sale perfecto, pero siempre he tenido bien presente que mi deber principal, mientras yo esté vivo, es ser papá”, relata el licenciado Ramos Meléndez, para agregar que más que padre e hijo, su aspiración es que sean también grandes amigos y que su relación se base en la confianza. Y esa es, precisamente, la distinción más relevante que diferencia la forma en que fue criado con la manera en la que está criando a su hijo.

“Mis padres eran unos padres presentes, pero, en mi caso he tenido más cercanía al nene que la que quizás mis padres tuvieron conmigo, ya sea por el trabajo o por el ajetreo diario”, analiza el también triatleta, para añadir que no tiene dudas de que la manera en la que está criando a Nacho ha dado paso a un niño amoroso, sentimental y súperactivo, que tiene un profundo sentido de la fe y de amor a Dios.

“Es una dinámica bien bonita y, más que orgulloso, me da una gran satisfacción saber que estoy criando a un hombre de bien”, resalta, para añadir que en el transcurso de la convivencia va observando la formación de su hijo y se asegura de que “la semillita está ahí”.

“Yo sé que los hijos son un préstamo que Papá Dios nos da y lo estoy disfrutando cada día al máximo. Está bien encaminado”, dice con evidente orgullo.

Nacho, quien el próximo 18 de julio cumplirá 12 años, dice que cuando está con su papá le gusta la atención que él le brinda y cómo, cuando tiene estrés o “muchas cosas en la mente”, le ayuda a superarlo y le da motivación… pero, este es un camino de dos vías y para el licenciado Ramos Meléndez, Nacho es el mejor compañero que la vida le ha podido regalar. Más aún, lo describe como su refugio, y dice conmovido que “con las situaciones de vida que pueda estar pasando como adulto, muchas veces, ese nene ha venido de la nada y sale con unas palabras de apoyo, de que todo va a estar bien, que son increíbles. Me quedo sin palabras”.

Aunque la historia de Nacho y su papá Enrique está llena de sentimientos a flor de piel, la realidad es que hacen un buen dueto y disfrutan de su tiempo juntos, haciendo labores cotidianas. Se ayudan en las tareas de la casa, comparten aficiones como correr bicicleta o jugar catch con una pelota de béisbol o simplemente leer. También disfrutan de cocinar y cuentan que Nacho ya prepara un arroz blanco que es toda una maravilla. Eso sí, las tareas escolares son la responsabilidad del niño, quien el próximo año escolar cursará el séptimo grado en la American Military Academy, donde le agrada estar con sus amigos, sus maestros y, por supuesto, el programa de soccer.

Nacho es sabio para sus años y a otros niños les dice que siempre va a haber alguien que sea un amigo para uno y que lo que aprendan de su papá o de su mamá se debe superar para “cuando sean grandes, puedan saber lo bueno y lo malo de cómo ser un papá”.

Por su parte, el licenciado Ramos Meléndez destaca que el amor de padre va más allá de una custodia.

“El amor de padre no te lo quita un juez y no te lo quita una enemistad. Ese amor de padre o madre está ahí y no importa la adversidad que haya pasado, los niños no tienen por qué pagar esas consecuencias. Nosotros, sin importar las circunstancias, estamos llamados a estar ahí por esos niños porque eso que nosotros forjemos en ellos es lo que es lo que serán cuando sean grandes. Si queremos una mejor sociedad y unos mejores seres humanos, está en nosotros sembrar esa semilla para que sean hombres y mujeres de bien en la sociedad y con sus propias familias, cuando las tengan”, finaliza diciendo el abogado, seguro de que él continúa sembrando para cosechar.