La enfermedad respiratoria conocida como influenza es causada por los virus de influenza. Existen dos tipos de virus de influenza: tipo A y B. Los virus de la influenza se detectan a través de todo el año, pero, con frecuencia, la actividad de la enfermedad comienza a aumentar en el mes de octubre. El período de mayor actividad ocurre entre diciembre y febrero, aunque la actividad significativa puede durar hasta finales de mayo.

Los virus de la influenza se transmiten de persona a través de gotas bien pequeñas que se esparcen en el aire cuando una persona infectada tose, estornuda o habla. Estas gotitas pueden llegar a la boca o la nariz de quienes se encuentran cerca, o ser inhaladas y llegar a los pulmones. Además, una persona puede llegar a contraer la influenza, si toca una superficie o un objeto contaminados con el virus, y luego se toca la boca, la nariz o los ojos.

Las personas con influenza pueden transmitir el virus a otros hasta a unos 6 pies de distancia. El virus se transmite con mayor facilidad durante los primeros tres o cuatro días después del comienzo de los síntomas. La mayoría de los adultos sanos pueden propagar la influenza a otros desde un día antes de que los síntomas se desarrollen y hasta cinco a siete días después del inicio de la enfermedad. Los niños y algunas personas con el sistema inmunológico comprometido pueden diseminar el virus por más de 7 días. Esto implica que una persona puede contagiar a otra antes de saber que está enferma y también mientras tiene los síntomas.

El tiempo desde la exposición de una persona al virus de la influenza hasta el comienzo de los síntomas es de aproximadamente dos días, pero puede oscilar entre uno a cuatro días. La influenza puede causar una enfermedad leve o severa, e incluso puede causar la muerte. Esta es una enfermedad diferente al catarro común. Los síntomas más comunes incluyen: fiebre, escalofríos, tos, dolor de garganta, secreciones nasales, congestión nasal, dolor muscular, dolor de cabeza y cansancio. Algunos niños también pueden presentar vómitos y diarrea.

Algunas personas tienen mayor riesgo de presentar complicaciones graves por la influenza. Entre estas se encuentran: los niños menores de cinco años, las personas mayores de 65 años, las mujeres embarazadas y las personas con ciertas condiciones crónicas de salud, incluyendo: asma, enfermedades del corazón, hígado o riñón, cáncer, enfermedades metabólicas o inmunodeficiencias, entre otras. Las complicaciones más comunes de la influenza incluyen: pulmonía, infecciones del oído, sinusitis y empeoramiento de condiciones crónicas, como el asma. Otras complicaciones más serias incluyen: infecciones bacterianas, meningitis, encefalitis e inflamación del corazón o del pericardio, que es la membrana que cubre el corazón. La tasa de hospitalización por complicaciones de influenza es mayor en niños con condiciones de riesgo, pero, entre un 40 a un 50% de todos los niños que se hospitalizan con influenza son niños sanos. Asimismo, casi la mitad de los niños que mueren de influenza no tienen factores de riesgo para enfermedad severa.

La mejor medida para reducir el riesgo de infección por la influenza y prevenir sus posibles complicaciones graves es vacunarse. Dado que los virus de influenza cambian constantemente, cada año se produce una vacuna que incluye las cepas del virus más prevalente en la comunidad. La vacuna contra la influenza disminuye el riego de desarrollar síntomas y de sufrir complicaciones graves a causa de esta enfermedad que pueden resultar hospitalizaciones o incluso la muerte. Se recomienda administrar la vacuna contra la influenza a todos los niños a partir de los 6 meses de edad, todos los años. Existen dos tipos de vacunas contra la influenza, las inactivadas y las de virus atenuado. La vacuna inactivada puede ser administrada a la población general, en especial a personas a riesgo de enfermedad severa. La vacuna de virus atenuado está indicada solo para personas sanas no embarazadas de 2 a 49 años de edad. Esta vacuna no puede ser utilizada en personas con compromiso de su sistema inmune ni en niños de 2 a 4 años con asma y un episodio de broncoespasmo en los últimos 12 meses. Algunas otras medidas preventivas para evitar la influenza son: mantenerse alejado de las personas que están enfermas, cubrirse la boca y nariz al toser y estornudar, y lavarse las manos con frecuencia.

Es importante consultar con un profesional de la salud, si consideras tener síntomas compatibles con la influenza. Tu médico determinará si es necesario que acudas a la sala de emergencia o podría recomendarte un medicamento antiviral,+ para evitar las complicaciones asociadas a la enfermedad.

La autora es infectóloga pediátrica y catedrática de la Escuela de Medicina Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas.