Algunas emociones, como la rabia, la ira y el coraje, constituyen graves embates a la estabilidad y la tranquilidad de la sociedad, ya que, cuando la persona no tiene conocimiento de cómo manejarlas adecuadamente, llega a caer en profundos estados de tensión y afección de la salud en general. Asimismo, los efectos repercuten invariablemente en los grupos sociales a los que se pertenece.

Aunque la ira y el coraje son emociones naturales de defensa del ser humano, en realidad son manifestaciones altamente chapadas por la base cultural, dentro de la escala emotiva de cada ser humano.

El ser humano tiene que aprender a manejar sus reacciones primales en su propio beneficio. Al respecto, las personas no hemos comprendido que las raíces de los hechos violentos y del coraje están en nosotros mismos. Por lo general, tendemos a depositar la causa del coraje en algo o alguien exterior, revelándose sistemáticamente contra todo y todos.

Existen tres emociones básicas que nutren el coraje, así como la temperatura y la humedad nutren un huracán; estas son la frustración, el sentido de pérdida y la vergüenza —las cuales provocan sensaciones físicas que se asocian con amenaza— produciendo reacciones químicas que, junto a nuestras creencias y experiencias previas, secuestran nuestra corteza cerebral frontal, la que analiza lógica y moralmente nuestras reacciones y, pone al volante al sistema límbico, que es el animal salvaje interno que ataca a todo lo que lo amenaza.

No hemos desarrollado la capacidad para aceptar que en nosotros está la solución a eso que nos molesta, y reaccionamos de forma irracional ante situaciones desagradables.

Dr. Raúl López, psiquiatra.
Dr. Raúl López, psiquiatra. (Suministrada)

Comúnmente, la persona que tiende a dar salida a su coraje sin pensar en las consecuencias, provoca violencia a su alrededor, en tanto que la que reprime la ira en su interior, puede llegar a provocarse un estado depresivo severo.

Entre los principales problemas físicos que pueden atacar al individuo expuesto a constantes situaciones de coraje, es importante resaltar los dolores de cabeza, las palpitaciones aceleradas, el enrojecimiento de la cara e, incluso, dolor de manos y otras articulaciones.

A pesar de que la ira y el coraje afectan por igual a personas de todas las edades, existen diferencias en cada una de ellas respecto a qué o a quién atribuyen el origen del coraje. Los adolescentes tienden a echar la culpa de sus problemas a los padres; los padres y madres a la situación económica; y los profesionales a causas sociales y relaciones laborales.

Ante situaciones de este tipo, no se trata de controlar, sino de manejar, pues “el que controla, reprime y el que reprime se enferma”.

Para ello es importante que la persona aprenda a cómo manejar su ira y su enojo a través de cursos especiales donde el coraje no se trata como una enfermedad mental, sino como un estado de la naturaleza humana, en la que herramientas especialmente desarrolladas para concientizar, reorganizar y procesar la frustración, la pérdida y la vergüenza, permiten modular esta emoción a algo controlable, inclusive útil.

Todos hemos sido afectados por el coraje. Se debe aceptar que la causa de lo que te altera está dentro y no fuera de ti y, luego, poner en práctica algunas técnicas de concientización, y respiración especiales para aprender a relajarse.

En fin, debemos convencer a nuestro cerebro que es mejor sentirse bien que ganar un argumento.

El autor es psiquiatra.