La salud mental y el bienestar emocional son elementos indispensables para una buena calidad de vida y, para un país asediado por precariedad económica, inestabilidad de servicios esenciales y el trauma compartido a raíz de varios fenómenos naturales y la pandemia del COVID-19, cobra mayor relevancia. Asegurar los recursos para que toda persona pueda acogerse a cursos de tratamiento afines a sus necesidades individuales y colectivas es reconocer el trauma como una necesidad apremiante que debe partir de la sanación como único norte hacia el bienestar.

La sanación colectiva puede abordarse por vía de distintas técnicas y espacios que, desde la psicología, se han desarrollado para encarar una diversidad de traumas que afectan a comunidades y grupos enteros. Para Gabriela Reyes Vázquez, estudiante doctoral de psicología clínica en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y facilitadora de grupos de acompañamiento a sobrevivientes de acoso y violencia sexual, “el acompañamiento grupal ha ayudado a muchas personas que, quizás de otra manera, no se animarían a compartir sus experiencias, ya sea por el sentimiento de vergüenza que pueden cargar, porque no quieren participar de un sistema que les patologice las experiencias o porque quizás no tiene los recursos económicos para costearse una terapia privada”, acertó.

Aunque la modalidad grupal no necesariamente satisface cada necesidad o trauma, Reyes Vázquez añadió que ha presenciado el poder que puede generar el sentido de pertenencia y “saberse acompañado por personas que comparten tus mismas experiencias, que quizás estén en una etapa más avanzada en su proceso de sanación y que tienen una sabiduría inmensa que puede servir de apoyo en una etapa crucial de tu proceso”.

Un acercamiento cohesivo de un programa que parta de la sanación como eje también debe estar dispuesto a ajustarse conforme a las identidades de los grupos que busca impactar. Tal es el caso para quienes brindan servicios de apoyo emocional a poblaciones de inmigrantes, comunidades racializadas, personas trans y no binaries, adolescentes, grupos LGBTIQ y muchos otros que precisan de consideraciones adicionales a la hora de abordarsus experiencias y entornos con una perspectiva holística.

Según la experiencia de Reyes, quien colabora con la organización interfacultativa SiempreVivas Metro como creadora de contenido, el trabajo que realiza facilitando grupos de acompañamiento no se debe abordar de manera estandarizada ni bajo el entendimiento que su efecto será el mismo para todos pues, “aunque es normal llegar con una idea de lo que vas a hacer… hay que mantener una comunicación abierta y el espacio de ofrecer retroalimentación constante, preguntarse qué está funcionando y qué no y estar dispuesto a cambiar y hacer las modificaciones que sean necesarias porque el servicio es para el grupo y para su beneficio”, señaló.

A la hora de elegir un tipo de apoyo emocional, reconociendo que el acompañamiento dista de la terapia grupal y la terapia individual, Reyes invitó a que cada persona se informe “de los distintos estilos que existen y, dependiendo de la barrera de acceso económico, tome una decisión especifica a su experiencia, su personalidad y sus necesidades”, exhortó. La oferta de servicios de apoyo emocional es variada y se extiende a grupos transitando experiencias de duelo, a sobrevivientes de violencia sexual, personas experimentando depresión, adicción, o una combinación de situaciones, entre muchos otros.

El camino hacia la sanación desde un lente trauma-informado también supone que las personas puedan desarrollar técnicas individuales para retomar control de sus narrativas y renunciar a las etiquetas que muchas veces se le estampan por un evento o suceso traumático que sobrellevaron. A estos efectos, cuando el trauma se nutre de experiencias en común puede acarrear en una acción comunitaria empoderada y consciente de lo cambios que se necesitan ejecutar para mejorar el estilo de vida de sus residentes y sus tejidos sociales. A veces, los grupos accionan actividades y obras en conjunto en un ejercicio de adueñarse de sus historias lo que, en el caso de Reyes, ha culminado en colaboraciones autogestionadas entre sobrevivientes que deciden aunar experiencias y publicar narrativos honestos de su trayecto hacia la sanación. En ocasiones, compartió, este empoderamiento se manifiesta en que las sobrevivientes puedan ellas mismas facilitar otros grupos de acompañamiento.

No obstante, los distintos recursos de apoyo terapéutico y acompañamiento dependen del compromiso del Estado de garantizar servicios esenciales de calidad, pues, por “más efectivos [los tratamientos], no pueden sanar las necesidades que no estén cubiertas a nivel del Estado”, sostuvo Reyes Vázquez, aludiendo a las personas que pudieran estar navegando problemas, enfrentando situaciones traumáticas y que solo se ven exacerbadas por el alza en los precios de energía eléctrica y la interrupción de servicios como electricidad, agua y otros.

Por último, aunque a juicio de Reyes Vázquez no hace falta que ocurra un evento serio para acudir a terapia, la psicóloga en formación instó a la búsqueda de profesionales con perspectivas sensibles a los traumas recordando que, en Puerto Rico, así como en otros países que enfrentan múltiples crisis, “hay mucho que sanar”, puntualizó.

La autora es periodista colaboradora de Suplementos.