Hasta el inicio del mes de octubre, cinco mujeres y sus bebés por nacer han muerto por COVID-19 en el país, y el denominador común es que ninguna había sido inmunizada contra el virus. De esas, cuatro fallecieron entre los meses de agosto y septiembre. Ante este hecho, los profesionales de la salud han elevado su voz para alertar a las gestantes y sus familiares sobre la importancia de que se vacunen. Según los expertos, las embarazadas no vacunadas están a mayor riesgo de muerte junto con sus bebés.

Las mujeres embarazadas tienen que saber que son más vulnerables al contagio, a sufrir complicaciones más severas, a necesitar ventilador y a morir por COVID-19, según estudios realizados a más de 100,000 mujeres. Ellas están a un mayor riesgo de sufrir preeclampsia y diabetes gestacional, parto prematuro y tener bebés bajo peso, así como a ser ingresadas en la Unidad de Cuidados Intensivo y al fallecimiento del feto”, expuso la doctora Carmen Zorrilla, ginecóloga obstetra. La también catedrática de la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico señaló la vacunación contra el virus como el método para proteger a ambos. Estudios realizados entre 35,691 mujeres embarazadas vacunadas y no vacunadas demostraron que la inmunización no altera ninguno de los riesgos conocidos durante el embarazo. Del mismo, también se evidenció que la vacuna es segura, funciona y no se han detectado efectos secundarios adversos. Incluso, se ha visto que las embarazadas vacunadas experimentan menos fiebre posinmunización que las mujeres no embarazadas.

Así también coincide el ginecólogo experto en infertilidad, el doctor Nabal Bracero: “Históricamente, las embarazadas ven con recelo que se les administre o tener que ingerir cualquier tipo de medicamento durante la gestación. El temor se debe a su instinto de protección hacia la criatura y a que no pueden ver la reacción en el bebé en caso de ocurrir alguna. A estos dos aspectos se ha añadido la desinformación de fácil acceso diseminada en las redes sociales lo que complica la misión de inmunizar a este grupo”.

Es necesario que las embarazadas, sus familias y el país conozcan que, científicamente, se ha evidenciado que las posibilidades de llegar a un hospital se reducen en 89%. Pero, también se ha visto que las embarazadas con COVID-19 sin vacunar, que se complican, tienen 20% de riesgo mayor de morir que las vacunadas con complicaciones. Así también, que los bebés expuestos al virus de madres vacunadas cuentan con defensas que adquirieron a través de la placenta y la leche materna para enfrentar mejor la condición”, sostuvo la ginecóloga-obstetra, doctora Josefina Romaguera.

Inmunidad necesaria

Zorrilla, quien, además, es decana de investigación del Recinto de Ciencias Médicas, dejó saber a las embarazadas que los anticuerpos, producto de la inmunidad de la vacuna, pasan la placenta y llegan al bebé para protegerlo. Lo mismo que ocurre con las vacunas contra la influenza y la de DTaP (difteria, tétano y tos ferina).

“La durabilidad de la inmunidad provista al bebé aún no la sabemos, pero, como no hay vacunas para el bebé, es mejor tener infantes con algún grado de protección. Tenemos doble protección”, aseveró.

Cuanto antes se vacunen las futuras madres, mejor es. Las recomendadas para esta población son las vacunas de Pfizer y Moderna; no así la de Johnson & Johnson.

“Después de la primera dosis se demora dos semanas en desarrollar los anticuerpos. Luego, faltan los anticuerpos que proporcionará la segunda dosis y que estos traspasen la placenta y lleguen al bebé, un proceso que demora, por lo que, cuanto antes, mejor, para que ese niño nazca con los anticuerpos”, dijo.

Temores que limitan

Como parte de la preparación de Zorrilla para orientar a las embarazadas, se ha dado con literatura que señala que estas son más receptivas a administrarse unas vacunas y otras no, siendo la del COVID-19 una de las rechazadas. Aunque, al momento, no existen datos específicos, los ginecólogos obstetras estiman que tan solo una tercera parte de la población de mujeres embarazadas, está vacunada en momentos donde dos terceras partes de la población habida para vacunarse, está inmunizada.

“Hay un desfase entre estos dos grupos, pero no es porque las embarazadas sean antivacunas. Sus familias están vacunadas, es que ellas quieren esperar a después del parto por temor. Lo que necesita esta población es información clara, precisa y contundente sobre el beneficio para ambos. Tenemos que elevar el grado de orientación a ese grupo que puede deberse a que, en un principio, no se tenía información precisa que ofrecerle”, puntualizó la decana.

“Las mujeres embarazadas no pueden creer en esas falsas teorías sobre la colocación de un microchip o que es mejor obtener la inmunización adquiriendo el virus. Esos argumentos malintencionados lo que hacen es provocar confusión”, añadió Bracero. Esa desinformación y su acceso influyen negativamente. “Yo abordo a las pacientes en privado y aclaro sus dudas sobre lo que escuchan en los lugares que frecuentan, y lo que ven y leen en los medios electrónicos”, comentó Zorrilla.

En ello coincidió la doctora Romaguera. “El exceso de información sin base científica es un problema serio, así como los profesionales en salud sin nuestras mismas credenciales que se convierten en portavoces de esa desinformación y cuentan con el tiempo para seguir diseminándola”, cuestionó.

Unidos para informar efectivamente

Para combatir la oleada de información falsa, Bracero recalcó la importancia de unir fuerzas y ser más vocales.

“El gobierno, los salubristas, las instituciones académicas y las organizaciones sin fines de lucro tenemos que reforzar los esfuerzos educativos. Tenemos que incrementar la presencia de las campañas en las redes sociales porque la mayoría de las embarazadas son jóvenes que no consumen los medios de comunicación tradicionales”, aseguró. “A las pacientes de COVID-19 embarazadas les va peor que a las no embarazadas y esa información tenemos que dejarla saber. Ellas y sus criaturas están en un grave peligro de muerte”, alertó. “Los profesionales de la salud que tenemos la información correcta y con base científica tenemos que hacernos disponibles para llevar el mensaje y educar asertivamente”, puntualizó Romaguera.

Romaguera, quien también es profesora del Departamento de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, refuerza en sus médicos residentes la importancia de tomar tiempo con cada embarazada para aclarar sus dudas y diseminar sus temores. “A mis pacientes les dejo saber que yo estoy vacunada y que mis hijas también, y que no les pondría algo que pudiera hacerles daño. Esa afinidad les da un poco de calma. También les aconsejo recursos educativos fiables donde puedan buscar más información”, sostuvo.

Informados se toman mejores decisiones

Estos galenos han sido testigos de cómo sus pacientes cambian de opinión y acceden a vacunarse al entender la protección que les brinda a sus bebés.

“Les hablo de cómo ellas pueden proteger a sus bebés con la vacunación, protegerse a ellas mismas y disfrutar de su embarazo, estando más seguras. Les dejo claro que todo eso se puede perder si no se vacunan. El COVID-19 no les va a perdonar que estén embarazadas. Ellas tienen que saber que las pone a mayor riesgo y complicaciones, que ponen en peligro de muerte a la madre, el bebé o ambos. En vías de ponerles el panorama muy claro, les deja saber que su decisión hará la diferencia entre sobrellevar un embarazo a término saludablemente y regresar a casa con un bebé en brazos, o entrar a una Unidad de Cuidados Intensivos, ser intubada y con el riesgo de un parto prematuro o el fallecimiento de la criatura y de ella. Les enfatizo en que busquen la información de fuentes que no son pagas por las farmacéuticas ni los grupos a favor o en contra, que busquen fuentes científicas”, sostuvo Romaguera.

El mensaje primario es que las embarazadas se vacunen; pero, estando o no [vacunadas] es importante que ante cualquier síntoma catarral, visiten a su médico para descartar el virus. “La variante delta progresa rápidamente e impacta severamente el sistema respiratorio, poniendo en serio peligro a las pacientes”, dijo Bracero.

Añadió el experto que lo mismo ocurrirá con cada nueva variante y las que, además, tienen a la población joven disponibles para propagarse ante su negativa a vacunarse; y las flexibilizaciones en las restricciones de las medidas de seguridad y la higiene de manos.

Aunque se sabe que el COVID-19 no traspasa la placenta, aún no se tiene claro si los niños nacidos de madres que sufrieron el virus durante su gestación tienen algunas deficiencias que los expone a un sistema inmunológico debilitado. Por eso se insiste en la lactancia, ya que es una forma pasiva de conferir anticuerpos al bebé.

Combinación necesaria

Si el cuadro de salud para una mujer embarazada con COVID-19 es peligroso y posiblemente fatal, la influenza puede ser el peor agravante, por lo que recibir ambas vacunas es más que necesario. “Sería terrible. La influenza también cobra vidas de embarazadas, así que una combinación de estos dos virus y su impacto a los pulmones sería catastrófica”, concienció el galeno.

Bracero le hizo un llamado a los profesionales de la salud opuestos a la vacunación a que refieran a sus pacientes a profesionales que las puedan orientar y estas, entonces, puedan tomar la decisión de manera informada.

Todos coincidieron en que tenemos la responsabilidad de vacunarnos para llegar a esa inmunización comunitaria para así ponerle un freno al virus y a sus posibles mutaciones. Y que aún vacunados, no bajemos las medidas de seguridad.

Es importante que las embarazadas conozcan que no requieren autorización ni certificación previa para recibir las vacunas. De hecho, a ellas se les está dando prioridad en los centros de vacunación, para minimizar el tiempo de espera y la exposición a posibles contagiados.

VOCES es una coalición multisectorial dedicada a la promoción de la salud y prevención de enfermedades.