Clarissa Llenza confiesa que ha vuelto a las pasiones de su niñez. Y a conectarse con esa creatividad que bullía en su interior, buscando por dónde salir.

“Empecé en Comunicaciones. Trabajé muchos años en [la agencia de publicidad] Badillo, en relaciones públicas, con Vilma Colón y después con Marisara Pont, que fue mi mentora, y llegué a ser vicepresidenta en Comstat”, contó Llenza, “pero esa parte creativa siempre estaba ahí, latente, y yo no sabía qué era lo que iba a expresar con mis manos. Simplemente ya no me visualizaba en aquel trabajo, aunque me encantaba. Yo quería estar en un mundo creativo”.

“Siempre me apasionaron las artes, pero de los que éramos en casa, yo era la que peor dibujaba, al menos, según yo, así que la vida me llevó por otros caminos. Entonces, lo mío con las flores, después de dejar el mundo de las agencias, se dio de forma natural. Ese amor venía de antes, de mi hogar. De cuando mami cuidaba todas aquellas plantas y cultivaba orquídeas”, recordó. “De hecho, mis hermanos y yo, al día de hoy adoramos las plantas, mi hermano hace jardines y mi hermana hace unos bonsáis preciosos”.

Durante esa etapa, Llenza se dedicó a la ambientación de eventos y desarrolló un estilo propio elegante y orgánico, atado a las formas, a la tierra. “Fui completamente autodidacta. Compré cuanto libro había de flores, me metí de lleno en eso. Cada vez que viajaba visitaba floristerías… mirando y apuntando. Y practicando. Porque me di cuenta que la única manera de hacerlo bien, era por medio de hacer, hacer, hacer y hacer más. Descubriendo formas, combinaciones, texturas”, dijo.

Sin embargo, el apetito por desarrollarse en la cocina —ahora que fundó su Home Cooking Therapy— aunque siempre le llamó la atención, le llegó al cumplir los 60 años. “Cuando yo me criaba nadie estudiaba para chef, así que nunca lo vi como una alternativa, pero sí tuve el honor de estar rodeada de grandes cocineras. Muchas eran las mamás de mis amigas, que vivíamos todas en el mismo barrio. Por eso yo me pasaba en sus casas y de nuevo, observando. Es que soy muy curiosa”, aseguró Llenza, quien conserva en su memoria a doña Alicia Huyke, “la mamá de la famosa chef Giovanna —ella y yo nos graduamos juntas— que era una tremenda cocinera y otras más, que daban clases de cocina en su casa”.

Luego resultó que frente a su taller de flores estaba el genial chef Alfredo Ayala, con su restaurante Chayote, “y Alfredo y yo nos hicimos amigos. Le admiro mucho, todavía. Después el chef Mario Pagán llegó a Chayote, y también entablamos amistad”, fundamentada en el amor por las sartenes y los fogones.

Así las cosas, en 2017, “en el verano antes del huracán María, decidí que me iba a matricular en un curso de cocina en Italia. Seleccioné el Italian Culinary Institute, en Calabria. Sí… eso mismo fue lo que me gustó”, dijo entre risas, “que no era en la Toscana, ni en una región demasiado conocida. Ya sabes que el sur de Italia es, más bien, la parte pobre, que tiene una historia diferente, por lo tanto, su gastronomía es básica, sencilla, pero exquisita. Fue un gran descubrimiento para mí y una de las mejores cosas que he hecho”.

Durante el mes que estuvo en Calabria, Llenza se enamoró de la cocina. De los sabores y las especias. Del fuego, los componentes, la química. De las historias que mezclan las recetas y hasta la fabricación de los platos. Pero en el transcurso, descubrió otra pasión: enseñar. “Dar clases de cocina es lo que más me gusta. Tengo un libro de invitados, para cuando llegan a casa, y ya tengo las firmas de 301 personas. Cuando pienso que tanta gente ha estado en mi casa, aquí en mi cocina frente al jardín, eso es muy bonito”.

Cierto, “hago encargos en la medida que puedo, pero no es hacia donde me quiero dirigir”, abundó Llenza, quien ha desarrollado presencia y un fiel grupo de seguidores en redes sociales, tanto en Facebook como en Instagram. Siempre fiel a su estilo, con su voz suave y talante refinado, como cuando luce al cuello alguno de sus pañuelos favoritos. “Quiero ser como Ina Garten”, la chef de Food Network que graba su programa Barefoot Contessa desde su casa, entre unos jardines bellísimos en los Hamptons.

“El mundo de la comunidad cibernética te abre espacios increíbles. A través de Instagram he conocido mucha gente y así mantengo amistad con compañeros de clase del instituto en Calabria y con mis maestros. Es que he aprendido [a manejar las redes] con mi amiga Diana Otero”, dijo, como quien da cuenta de una travesura y prosiguió: “Mira, te voy a contar una historia. Yo sigo al chef Yotam Ottolenghi, que me encanta y estaba escuchando su podcast cuando invitó a su casa a Lin-Manuel Miranda y su esposa, Vanessa Nadal. Ella dijo que le gustaba mucho el bizcocho de boda dominicano, pero no sabía por qué. Y yo, lo felicité por Instagram, pero le dije que el secreto de ese bizcocho dominicano era el mismo del que se hacía en Puerto Rico, que es mojadito, el que le dicen borrachito, ¡y me contestó!”, recordó emocionada. “Es una conexión bien chévere”.

Llenza está deseando volver a Italia, pero esta vez con un grupo de amigos para hacer turismo cultural y gastronómico. “Tenemos fecha para el verano de 2021, pero habrá que esperar a ver. Yo ya me estoy preparando, estoy tomando un curso de italiano con un profesor de Umbría, por Zoom”, expresó.

“La cocina en esta etapa de mi vida ha sido increíble. He curado mi depresión con la cocina, es una verdadera terapia. Porque tengo que enfocarme y se convierte en un ejercicio de

mindfulness. Nada más el crear comida —porque experimentando es que se aprende— y servirle a otros, es algo bien básico. De hecho, es lo más básico de la humanidad y me da un placer tremendo. Me lleva a mi juventud, con los palos de acerola, los limones… hasta sueño con recetas y les hago ilustraciones”, indicó.

“He estado leyendo a Brendon Burchard, que es un coach de vida muy famoso y todos sus libros son best sellers, que de paso, ya sé que vive aquí y estoy aplicando algunas cosas”, admitió, “como eso de no quitarme anhelos ni aptitudes por el factor edad. Yo no sé estar sin hacer nada, siempre llevo una agenda de cosas que deseo hacer para cada día. Así que, mientras tenga salud y energía, sigo aprendiendo y cocinando”.