Es natural que, con el paso de los años, surjan enfermedades que afecten el organismo humano como, por ejemplo, las enfermedades de la tiroides. Sin embargo, suelen ser de difícil diagnóstico en los adultos mayores, ya que comparten signos y síntomas con otras patologías y con el proceso de envejecimiento.

Así las cosas, visitar regularmente al médico generalista o endocrinólogo es la recomendación principal para esta población.

El hipotiroidismo es la deficiencia en las hormonas tiroideas; es la enfermedad más común que afecta esta glándula. Puede ser causada por varios factores; el cuerpo no reconoce las células de tiroides como propias, lo que provoca un ataque inmunológico hacia ellas, ocasionando la pérdida de producción de la hormona tiroidea. Los síntomas más comunes en la población general son intolerancia al frío, estreñimiento, piel seca, uñas débiles, pérdida de cabello, menstruaciones anormales, aumento de peso por retención de líquido, fatiga y debilidad generalizada.

Por otro lado, el hipertiroidismo, aunque es mucho menos común en el adulto mayor, más del 15 % de estos casos ocurren en personas de más de 60 años. “Es aquí donde la glándula de la tiroides comienza a liberar descontroladamente hormonas tiroideas, ya sea por una respuesta autoinmune, por múltiples nódulos o por un adenoma. La persona podría presentar solo uno o dos síntomas de hipertiroidismo como pérdida de peso involuntaria, palpitaciones, arritmias cardíacas, falta de aire, manos temblorosas, aumento en las visitas al baño a evacuar, engrandecimiento de la glándula de tiroides, conocido como bocio; ansiedad y hasta intolerancia al calor”, explicó la doctora Paula Jeffs-González, endocrinóloga.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades más comunes en el adulto mayor son la pérdida de audición, dolores articulares, problemas visuales, diabetes, demencia y depresión. A medida que se envejece, las enfermedades de la tiroides son más frecuentes y el hipotiroidismo alcanza hasta un 5 % de esta población, siendo el hipotiroidismo subclínico el de más prevalencia en mujeres mayores de 50 años con hasta un 20 %. En Puerto Rico, según los últimos estudios de prevalencia, el hipotiroidismo es la enfermedad más común de tiroides, representando hasta un 24.2 % en mujeres posmenopáusicas.

La doctora Jeffs-González destacó que, en el adulto mayor, los síntomas de hipotiroidismo pueden ser difíciles de identificar, ya que se podrían confundir con los cambios que trae el aumento en edad o con enfermedades preexistentes. Detalló cómo estos pacientes pueden presentar más cansancio de lo usual, caídas recurrentes, aumento en fragilidad, problemas al dormir, depresión, falta de concentración y amnesia. Inclusive, un fallo del corazón o colesterol alto pueden ser signos de la enfermedad. Con esto, resaltó la importancia de que el médico identifique todos estos síntomas o signos a tiempo para minimizar el impacto en la funcionalidad del paciente y en su estado cognitivo.

Por otro lado, existe el hipotiroidismo apatético, que es en donde el adulto mayor no presenta síntomas, más que una astenia o falta de energía que podría confundirse con una depresión mayor.

Otra de las enfermedades de la tiroides que se puede observar en el adulto mayor es el cáncer de tiroides. “Sin embargo, a medida que envejecemos, la prevalencia va disminuyendo a poco menos de un 0.1 %, pero la mortalidad va aumentando progresivamente con la edad, por lo que es de suma importancia detectarlo a tiempo. El paciente puede presentar síntomas como dificultad al tragar, ronquera, tos o falta de aire. El cáncer se presenta como un nódulo de tiroides descubierto, ya sea por el examen físico o incidentalmente, a través de estudios de imagen como ultrasonografía, CT de cuello o MRI. Incluso, ya en el adulto mayor se puede presentar metástasis o invasión a otros órganos”, alertó la endocrinóloga.

Para realizar un cernimiento en el adulto mayor sobre la glándula tiroides, el médico necesita constatar una sospecha mayor junto con un historial médico completo. Como expuso la galena, debe existir un historial familiar con enfermedades de tiroides o cáncer, historiales previos de tratamiento para la enfermedad como las cirugías o radioterapias. De la misma forma, es importante revisar detalladamente los medicamentos relacionados con la alteración de estas hormonas. En el adulto mayor hay una tendencia a utilizar más de un medicamento (polifarmacia), de uso crónico que pudiera alterar las hormonas e incluso intervenir con las pruebas clínicas que se le realicen.

“Ya para el diagnóstico, luego de un buen examen clínico, se utilizan las pruebas de laboratorio para diagnosticar y monitorear las enfermedades de la tiroides. La prueba más utilizada es la hormona TSH (hormona estimulante de la tiroides), que es la prueba más sensitiva y específica para determinar la función de la glándula. Esto, seguido por la toma de los niveles de hormonas tiroideas como T4 libre o T3 total. Para el cáncer de tiroides se debe ordenar un TSH, hacer un sonograma detallado de la región del cuello y una biopsia de aguja fina para obtener muestra del nódulo sospechoso”, mencionó.

Los adultos mayores deben tener en mente que, cuando este tipo de enfermedad se detecta a tiempo y se trata, no debería ser perjudicial. Sin embargo, hay que saber reconocer sus síntomas. “Por ejemplo, personas con evidencia de bocio, historial de otras enfermedades autoinmunes, uso previo de yodo radioactivo, historial de radiación en el cuello, historial familiar con enfermedad de tiroides y medicamentos que alteren su función. Incluso, varias organizaciones como la Asociación de Tiroides (ATA, por sus siglas en inglés) y la Asociación Americana de Endocrinología Clínica (AACE, por sus siglas en inglés) recomiendan pruebas de tiroides en mayores de 50 o más de 60 años”, agregó.

La endocrinóloga recomendó instruir a los pacientes adecuadamente sobre cómo tomar sus medicamentos para evitar interacciones negativas con medicamentos que tratan otras condiciones. También alertó al paciente sobre los efectos de la polifarmacia y expuso la necesidad de detectar a tiempo los efectos secundarios de sus tratamientos y cómo manejarlos. “Los pacientes mayores requieren una atención especial y se les debe proveer el mejor tratamiento sin hacerles daño, con el único fin de mejorar su calidad de vida”, concluyó.

La autora es periodista colaboradora de Puerto Rico Saludable.