He visto muchas fotos y escuchado muchas historias de Haití, pero jamás se asemeja a su realidad. 

Hace poco tuve la oportunidad de viajar allí, específicamente a Anse-à-Pitres, en el sur de Haití, cerca de la frontera con la República Dominicana. En esos días pude reflexionar mucho de todo lo que nosotros tenemos. ¡Y mira que tenemos mucho!, hasta el que dice que no, porque por lo menos tiene techo, comida, ropa, zapatos, cama, carros, etcétera.  ¿En cambio, qué yo vi? 

Estuve caminando todos los días entre una tierra completamente seca, parecida a la de un desierto. Cada vez que soplaba un viento, levantaba ese polvorín que nos asfixiaba y nos cubría, dándonos un color de piel diferente. Veía casitas de pajas incompletas, donde no existía una puerta para dar privacidad y sus espacios eran, como quien dice, para todo. Pues entré a una de ellas, donde pueden vivir entre cuatro a seis personas en un cuartito, en el  que lo mismo comen como duermen, y en la parte de afuera te encontrabas con sus ropas tendidas.

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Mientras caminaba, vi que en ciertos lugares tienen como unos canales de agua donde lavan sus ropas, se bañan, los niños juegan y hasta beben de esa agua. Esa es la única fuente de agua que tienen. Pero esos eran los niños que me robaban el corazón. Que cada vez que cruzaba la frontera, me trataban de saludar o simplemente me tomaban de la mano. Niños que la gran mayoría estaba sin ropa y los que tenían,  estaba rota. Eran los mismos niños que en el camino veías hacer sus necesidades sin ningún reparo, ya que para ellos eso es normal. Que cuando llegábamos al lugar de reunión nos encontrábamos con que muchos de ellos estaban enfermos, sin la posibilidad de ver un médico o de recibir medicamentos, y mucho menos  ir a un hospital. 

No les niego que me sentí impotente, pues creía que nada de lo que daba era suficiente para la necesidad de ellos. Pero entendí y vi claramente lo que es un corazón agradecido.

Esta es la triste realidad de esta gente, en cambio nosotros por qué nos quejamos, cuando en realidad lo tenemos todo. Por qué te quejas de no tener lo que tienen otras personas. Por qué no mejor agradeces todo lo que tienes. Por qué no agradeces hasta el mismo racionamiento de agua, que bien o mal, te aseguro que tienes más. Ellos no tienen agua ni luz. Tú siempre, de una forma u otra, tienes.

Nosotros tenemos luz, agua, salud... Tenemos de todo. Entonces, ¿por qué te preocupas, por qué  te quejas?

“Así que no se preocupen preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas”. (?San Mateo? ?6?:?31-33?)

¡Dios te bendiga!