Boston.- Cada vez que Roseann Sdoia llega a su casa, debe subir 18 escalones, seis para entrar en el edificio y otros 12 hasta su departamento. Es un edificio antiguo en el norte de Boston, con puertas grandes y pesadas, un lugar poco cómodo para una amputada.

Cuando salió del hospital, un mes después de los atentados en el Maratón de Boston, enfrentó una alternativa: hallar otro sitio para vivir, más adecuado para alguien que tiene una pierna postiza, la derecha, o quedarse donde estaba.

"Al principio, mucha gente me decía que dejara mi departamento y me fuera de la ciudad debido a las escaleras, y además no tengo ascensor y el estacionamiento no es muy conveniente", recuerda. "Pero he podido superar todo eso".

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En ese aspecto, podría decirse que simboliza a Boston.

En un año han empezado a cicatrizar muchas heridas. La ciudad, conmovida por un acto de terrorismo, ha recuperado su ritmo normal con mayor tristeza pero, según dicen algunos, con mayor determinación.

"Realmente Boston es una ciudad mejor ahora que lo que era antes", comentó Thomas Menino quien, como alcalde de Boston, salió de su lecho del hospital donde se recuperaba de una operación quirúrgica en una pierna para movilizar la ciudad después de los atentados. "La gente aprendió cómo tratar con los demás al tener que lidiar con una tragedia".

Por cierto, no ha sido fácil. Ese día murieron tres personas y más de 260 resultaron heridas. Y persiste el legado del trauma y de los miembros perdidos, como la conmoción de haber experimentado un ataque terrorista el lunes del Maratón. Los bostonianos no pueden olvidar el temor que envolvió la ciudad en medio de la cacería de los culpables.

Pero Boston ha sido capaz de superar todo eso. La Plaza Copley ya no está inundada de homenajes a las víctimas; ahora esos tributos están expuestos en la Biblioteca Pública de la ciudad.

Los Medias Rojas, que usaron la insignia con la leyenda "Boston Strong" durante su campaña al campeonato el año pasado, siguen jugando béisbol. "La ciudad realmente se unió después que los Medias Rojas ganaron la Serie Mundial", dijo Mary Ellen Cahill, de Canton. "Fue un momento de unidad y solidaridad. Estamos unificados y no aterrorizados".

Roseann Sdoia, de 46 años, es vicepresidenta de administración de propiedades en una compañía inmobiliaria de Boston. Es una persona jovial y sonríe cuando llega al Hospital Spaulding de Rehabilitación en Charlestown para someterse a la rutina de la terapia física.

"Es mi manera de ser", dijo. "No soy una persona negativa".

Pero admite que llora todos los días. "Lo que pasa es que esto es de por vida; así tengo que vivir, así tengo que caminar. Lo que pasa es que mi vida ha cambiado", dijo sin poder contener las lágrimas.