A horas para que entre en vigor la nueva fase del plan de racionamiento que dejará a los abonados de Carraízo con agua sólo dos días a la semana, la ciudadanía apuesta a los oasis para mantener los suministros en sus hogares.

Luego de 92 días bajo un plan de interrupciones programadas para los clientes del mencionado embalse, estos prácticamente se han convertido en unos expertos a la hora de descubrir qué es lo que les funciona para recoger agua.

 Unos usan galones vacíos, otros pailas de pintura, neveritas plásticas y hay quienes aprovechan cada envase que encuentran en la casa sin importar si es de jugo, detergente o clorox. La cuestión es tener donde llevar el agua.  

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A Marcos Vargas y Carolina De Jesús les funciona cargar el agua para ellos, sus tres hijos y la mamá de De Jesús en envases de agua embotellada.

Con el tiempo y luego de sufrir un accidente en el que perdieron parte del suministro en el baúl descubrieron que lo mejor era echar los galones dentro de canastas plásticas donde se carga la  leche.

Acuden dos veces por semana al oasis localizado en la urbanización Metrópolis en Carolina.

Han podido sobrellevar la situación, aunque han tenido que hacer ajustes ante la falta de agua: usar cubiertos desechables, han reducido el cambio de ropa y los niños no se pueden bañar solos. 

“También le tratamos de dar cosas fáciles para comer, salchichitas, sandwich... como si estuviéramos en época de huracanes”, contó De Jesús que  llevó  20 galones vacíos.

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En su casa tiene otro dron que llenan cuando tienen servicio, pero ha habido ocasiones en que han tenido que depender del oasis para recargarlo.

“Bañarnos a cubito para mí ha sido lo más difícil y buscar el agua...”, compartió Vargas al reconocer que en un principio pensó que la emergencia pasaría rápido, “pero no, ahora lo veo serio”, dijo.   

Para el matrimonio -como para tantos otros- ha  significado también un gasto extra en la compra de agua embotellada, cubiertos desechables y gasolina.

“Tienes  más gastos aparte de que también tienes que pagar la factura”, planteó Vargas.

César Collazo fue ayer por primera vez a buscar agua al oasis localizado en las inmediaciones del centro comercial Plaza Carolina, donde se colocaron dos cisternas que suman 12,500 galones de agua potable; es uno de los que más visitas recibe a diario. 

“Aquí ha  venido mucha gente a resolverse, definitivamente. Yo creo que esta es una gran ventaja”, señaló Collazo quien tiene una cisterna en la casa,  pero tiene que combinarla con el agua de los oasis.

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Wilfredo Irizarry ha hecho los ajustes necesarios, por lo que fue a buscar tres galones “para el café y para cocinar”; para el resto de las necesidades  en el hogar usa la que sale del grifo. 

“No es la primera vez que pasamos esta situación. La cuestión es acostumbrarse, aunque dentro de poco voy a tratar de comprar una cisterna”, admitió al decir que en la casa tiene un dron para recoger agua de lluvia y otros en la marquesina para recoger agua potable.

Gillian Cruz, también de Carolina, va a los oasis  cada dos días a buscar agua para bañar su bebé y cocinar.

“Como el agua está saliendo tan sucia, trato lo menos posible de usar ropa blanca, antes lavaba tres veces en semana y ahora una vez para economizar. Para la comida tengo que cocinar porque no me atrevo comer fuera por la higiene en los negocios”, contó sobre los cambios que ha hecho. 

Dijo que tienen una cisterna pequeña que la usa para bañarse ella y para atender a una paciente encamada que reside con ella.

“Me sorprende que haya durado tanto, (la sequía) pero los cambios climáticos y la falta de conciencia de uno mismo nos ha afectado”,  expresó. 

Rosa Casellas ha aprendido a manejar la situación y llegó con los envases rotulados para que sus nietos sepan dónde va cada uno.

“Ellos saben qué agua es para bañarse y yo los baño”,  mencionó la mujer, quien también carga los envases en  canastas plásticas.

En la bañera ubicó una neverita de playa   para vaciar el agua que busca en los oasis dos veces al día.

“Lo que hago es que vengo de nuevo como a las 7:30  de la noche que no hay casi nadie. Yo me acuerdo que en 1994, la gente se peleaba”, expresó Casellas, quien consideró comprar una cisterna, pero salía costoso.

Para lavarse el cabello ha descubierto  la facilidad del uso de una regadera. 

Roberto Collazo y Eladia Burgos también son clientes asiduos del oasis.

“Se me ha hecho fácil porque siempre me llevo un agüita,  más la de allá arriba que me envían y la recojo también”, señaló al decir que ayer en la mañana recogió siete galones de agua de lluvia “pa' los baños y pa' las matitas”. 

La cocina, compartieron entre risas, prácticamente está cerrada.

“Desayunamos y comemos ahí... salimos de ahí esta mañana y nos pusimos como timba”,  apuntó Burgos al mencionar  el nombre de una cadena de restaurantes. 

Ya, dijo Burgos, no carga agua, pero en su adolescencia era la orden del día.

“Antes yo cargué en el cuadril, como le llamaban...y era una pluma pública, eran unas filas  y se formaban unas peleas”, recordó.

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