Nota de la editora: Hoy culminamos del Mes de Orgullo LGBTTIQ+ con esta serie de entrevistas

Ser una persona homosexual en Puerto Rico es una eterna batalla. En ocasiones, es sinónimo de ansiedad, depresión y miedo constante al rechazo. A veces, es volver a esconderse para, por un momento, ser feliz.

Miguel Vázquez asumió abiertamente su orientación sexual a los 19 años, con grandes preocupaciones, con temor.

“Como la mayoría de las personas LGBT+, pasé por un proceso de educación a mi familia. Ese miedo por el rechazo y por la falta de aceptación fue bien real. Yo vengo de un colegio de todos varones, aunque ya estaba fuera, mi preocupación del qué dirán social y del rechazo de mis amistades fue bien grande”, rememoró.

Relacionadas

Luego, tuvo que enfrentarse a profesores y gremios de psicología que no comprendían la importancia de los temas LGBTQ+.

“Las personas gais pasamos muchos tropiezos en nuestras vidas”, aseguró. “Constantemente nos tenemos que probar ante personas que nos señalan y nos invalidan”.

Su trayectoria como activista cogió rumbo mientras estudiaba en la Universidad Carlos Albizu y se percató que algunos de sus compañeros se autodenominaban como religiosos. Entonces, se cuestionó cuál sería el trato que iban a tener estos profesionales hacia la comunidad LGBTQ+ cuando se graduaran.

A sus 39 años y teniendo un doctorado en psicología clínica destaca los retos a los que todavía se enfrenta.

“El salir del clóset es un evento que pasamos a través de toda nuestra vida. No es solamente una vez, es con todos los grupos diferentes que te encuentres. Eso es problemático y no debería ni pasar. La razón por la que pasa es porque la mayoría de la gente asume que somos heterosexuales y cisgénero (personas que se identifican con el género que se les asignó al nacer). Nada más por eso es una lucha diaria”, afirmó.

Pero esas batallas, añade, están presentes en la vida de los homosexuales desde pequeños, como cuando los padres no permiten que sus hijos tengan la orientación sexual que desean. Luego, tienen que estudiar en ambientes “nocivos”, enfrentarse al acoso escolar por la expresión de género u orientación sexual. Y, posteriormente, afrontar el acoso laboral.

“Cuando queremos adoptar tenemos problemas dependiendo del trabajador social que nos toca. La gente devalúa lo que es el matrimonio entre personas del mismo sexo en comparación con el de los heterosexuales, piensan que no es tan importante o que realmente no es un matrimonio”, señaló.

A esto, dijo, se le suman los comentarios como: “¡Qué perdida!”, que realizan mujeres al enterarse de que un hombre es gay.

“Vemos cómo las personas más afeminadas son las que más discriminación reciben. Todavía escuchamos chistes como: ‘Este petardo salió pato’ en las navidades que da mensajes bien dañinos sobre la comunidad. Nos están diciendo defectuosos, que no cumplimos las expectativas”, criticó.

Otro de los problemas es la falta de conocimiento de los profesionales de la salud en torno a la sexualidad entre personas del mismo sexo.

“No recibimos orientación sobre cómo tener sexualidades de manera saludables y seguras. Muchas veces no nos refieren a tratamientos preventivos de infecciones de transmisión sexual”, denunció.

Estas situaciones diarias, apunta el psicólogo clínico, causan que las personas gais tengan que ocultar su orientación e identidad en busca de un “desarrollo pleno” y una “satisfacción de vida”.

“Muchas veces nos hacen encerrarnos nuevamente en nuestros clósets. Nos provoca mucha ansiedad y depresión porque esto también provoca rechazo de nuestros familiares, rechazo de amistades”, mencionó.

Para Vázquez, estas situaciones de discrimen y violencia provienen, principalmente, de un “ejército de odio” de comunidades religiosas que “causan mucho daño” y que son las personas que “visitan constantemente las oficinas de los legisladores”.

“Hacerles un frente en contra es sumamente complejo. La comunidad LGBT+ no se reúne, no tiene agendas. La comunidad LGBT+ simplemente sobrevive en Puerto Rico. Y no está organizada porque no somos un partido político... La única herramienta que tenemos es la educación, sobre todo, en las escuelas, desde pequeños”, puntualizó.

“Más allá del activismo como lo conocemos hay que hacer un cambio de paradigma y de educación real del pueblo completo. Tenemos como sociedad poca tolerancia a la diversidad y eso es lo que primero tenemos que cambiar: cómo asumir un paradigma de derechos humanos en nuestras escuelas y no derechos de algunos humanos solamente”, abundó.

El también fundador de True Self Foundation entiende que uno de los problemas en el País es la falta de implementación de leyes a favor de las comunidades LGBTQ+. Y aunque siente que la sociedad ha “mejorado muchísimo” en relación con estos temas, la ilusión, en ocasiones, le dura poco.

“Cuando hecho para atrás y respiro hondo es cuando veo los comentarios en las redes sociales sobre las noticias de la comunidad. Ahí me doy cuenta de que realmente hay mucho odio contenido en esos espacios. Y, sobre todo, cuando veo senadoras y representantes legislar desde el odio y la incomprensión, la desinformación y las agendas ocultas, me doy cuenta de que hay mucho que hacer. Me encantaría que ellos y ellas desde esas posiciones de poder compartieran con la comunidad y vieran lo que sus intentos de proyectos le hacen o provocan en nuestras comunidades”, argumentó.

Por último, requirió un compromiso genuino de las instituciones privadas con la diversidad y la equidad.

“Nosotros no solamente existimos en junio, existimos todo el año. Falta mucho por hacer todavía”, resaltó.