Pese a las intensas lluvias y vientos producto del huracán Fiona, en la residencia de Betzaida Ortiz, en el barrio Playa, en Salinas, todo aparentaba marchar bien, por lo que se acostó a dormir junto a su esposo. Sin embargo, a eso de las 12:30 a.m., la mujer de 46 años se despertó y, cuando puso los pies en el suelo, su casa estaba completamente inundada. El agua, describió, alcanzaba sus tobillos.

“Nos levantamos, cogimos las cosas y cuando salimos afuera, nuestros carros también estaban llenos de agua... perdimos todo”, lamentó.

Ortiz logró salir de su residencia con la ayuda de la Guardia Nacional de Puerto Rico (GNPR) y personal de la Oficina de Manejo de Emergencias Municipal (OMME) de Salinas, quienes anoche rescataron a cientos de personas en las comunidades Playa, Playita, Villa Esperanza, Las Ochenta, Las Trinitarias y Coquí.

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“Ha sido una cosa traumatizante, porque sino me levantaba en ese momento, a lo mejor me levantaba llena de agua”, expresó. “Cuando llamé a mi hermana, me dijo que hacía cinco minutos había orado por mí, por lo que yo pienso que las oraciones de mi hermana me levantaron”.

Para Ortiz, perderlo todo por el huracán es comenzar de cero literalmente, ya que hace tan solo año y medio que regresó a Puerto Rico desde Pensilvania. Además de sus vehículos, compró enseres y muebles, que hoy son escombros.

“Teníamos todo ya (luego de la mudanza) y en un abrir y cerrar de ojos perdimos todo... no sé ni cómo sentirme porque es algo inexplicable. Tú perdiste todo, ¿y qué pasa con nosotros ahora?”, se preguntó.

Por el momento, Ortiz y su esposo permanecen desde las 1:00 a.m. en la escuela Carlos Colón Burgos, en Salinas, donde fueron ubicados en un salón con varias familias.

Este es el único refugio activo en este municipio costero, ya que es el más seguro, de acuerdo con la alcaldesa Karilyn Bonilla. Hasta las 11:00 a.m., 287 personas estaban refugiadas, pero el número ascendió a 400 más temprano.

Lo que se vive en el refugio

Aunque asegura Ortiz asegura estar tranquila, consideró que el ayuntamiento y el gobierno no estaba preparado adecuadamente para recibir a cientos de personas, especialmente ancianos y menores de edad. De hecho, este medio presenció el momento en que funcionarios del Departamento de la Familia separaron de su cuidadora de crianza a tres niñas por su seguridad.

“Hay que asegurarse de que antes de que rescaten a las personas los refugios estén listos. Ahora mismo los baños no se pueden usar. Tienen que bregar esas cosas porque no es fácil”, señaló Ortiz.

Entre salón y salón de la escuela, los rostros de los refugiados transmiten preocupación, pero también esperanza. Algunos conversan con nuevos amigos y otros atienden a sus mascotas en lo que las condiciones del tiempo les permiten volver a sus hogares.

Luis Daniel Cruz Negrón, de 47 años, también llegó al refugio tras ser rescatado por la GNPR. Vive solo y el agua acaparó su residencia localizada en el barrio San Felipe, que está localizado entre Guayama y Salinas.

A su juicio, lo que provocó el huracán es algo nunca antes visto en esta zona, incluso cuando la situación se compara con el huracán María, que devastó el país en 2017.

“Lo que traje (al refugio) fue una sábana, un perfume y dos medicamentos”, describió. “Lo que estoy esperando es que deje de llover para irme para mi casa... esperaba viento nada más, pero llovió muy intenso”.

Una situación similar vivió Minerva Monge, de 70 años, quien junto a su esposo también fue rescatada por los oficiales de la GNPR esta madrugada, ya que el agua llegaba a sus rodillas.

En 20 minutos, aseveró, estaba siendo transportada al refugio abordo de un camión de la GNPR, pero su mascota se quedó, lamentó.

“Lo que espero es que todo se calme, se seque el lugar y podamos volver”, indicó con una sonrisa en su rostro.

El operativo de rescate

Historias como las que este medio encontró el refugio se repiten a lo largo de la zona costera de Salinas, aseguró la alcaldesa Karilyn Bonilla, al estimar que cerca de 2,000 residencias fueron afectadas por las inundaciones.

Aseguró que la tarea de llegar a las personas que quedaron atrapadas no fue fácil, pues el río Nigua salió de su cauce y la marejada ciclónica arrastró el agua hasta las residencias en algunas comunidades.

Mientras algunas personas recurrieron a las redes sociales para solicitar un rescate, otras lanzaron luces de bengala, con el objetivo que de las autoridades les divisaran.

“Tuvimos que hacer un operativo titánico para rescatar a personas que estaban en áreas completamente inundadas. Regugiados nos comentan que llevan 60 años viviendo en algunas comunidades y nunca había sucedido un evento de esta magnitud”, contó la ejecutiva municipal.

Bonilla, quien también dirigió anteriormente el Negociado de Manejo de Emergencias y Administración de Desastres (NMEAD), indicó que el huracán Fiona es una de las experiencias más duras que le ha correspondido manejar.

“Luego de que finalicemos la respuesta y no perdamos ni una vida, que es lo que estamos buscando, comenzaremos con el proceso de ayuda y asistencia a las familias”, anticipó.

Por su parte, Carlos Reyes, director de la zona de Guayama del NMEAD, indicó que Salinas es uno de los municipios más refugiados en el sureste del país.

En Santa Isabel, por ejemplo, el número apenas asciende a 73 y en Guayama a 48. En ambos municipios la situación que se repite son las calles obstruidas por árboles y escombros.