Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero hay otras que, inevitablemente, quedan tatuadas en el alma.

Las palabras tienen un poder extraordinario. Tienen la capacidad de inspirar, motivar, consolar y transformar. Con estas expresamos nuestros sentimientos, nos comunicamos y hasta podemos cambiar vidas. En ocasiones, no medimos lo que decimos ni mucho menos cómo lo decimos. Y es que nos ensimismamos y nos enfuscamos en pensar que somos los únicos que habitamos este mundo y nos olvidamos de cuánto afectan nuestras palabras a los demás.

El poder de las palabras radica en su capacidad para influir en nuestras emociones y acciones. Estas pueden generar alegría, esperanza, confianza, o pueden causar tristeza, miedo y hasta duda. Pueden construir puentes entre las personas, promover el entendimiento y la empatía, o pueden crear barreras y fomentar el conflicto.

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De igual forma tienen el poder de crear realidades.

A través de nuestras palabras, podemos dar forma a nuestros pensamientos y creencias, y manifestar nuestros deseos y metas. Las positivas y afirmativas pueden fortalecer nuestra confianza y motivación, mientras que las palabras negativas y limitantes pueden debilitarnos hasta frenar nuestro progreso.

Es importante ser conscientes del poder de nuestras palabras y utilizarlas de manera responsable. Debemos elegir nuestras palabras con cuidado, considerando su impacto en los demás y en nosotros mismos. Podemos usar nuestras palabras para inspirar a otros, para promover el cambio positivo y para construir el mundo que soñamos.

Qué decimos y cómo lo decimos causa múltiples huellas, especialmente en las emociones. Hay ocasiones que no medimos nuestras palabras y herimos sensibilidades, al punto que hasta pueden rayar en el maltrato. Existen algunas que ofenden, porque nos guste o no, las palabras significan. Lo mismo sucede a la inversa, cuando son palabras para rescatar a alguien que está pasando por un mal momento, así que también existen palabras que salvan.

Las palabras que elegimos pueden fortalecer o debilitar nuestras relaciones con los demás. Un elogio sincero o una palabra de aliento pueden generar confianza y fortalecer los lazos entre las personas. Usemos las palabras a nuestro favor e intentemos siempre comunicar el amor, respeto y cariño que sentimos por quienes amamos.

Todo aquello que pronunciamos también puede tener un impacto en nuestra propia autoestima y confianza. Si constantemente nos decimos a nosotros mismos que no somos lo suficientemente buenos o que no podemos lograr algo, es probable que nos autolimitemos.

Ser consciente de nuestras palabras internas nos permite reemplazar los pensamientos negativos por afirmaciones positivas que nos impulsen hacia el éxito. Si aún no lo has puesto en práctica te invito a que lo hagas hoy. Somos lo que pensamos, sentimos y decimos. Es momento de romper antiguos patrones.

Nuestras palabras tienen el poder de crear realidades. Cuando hablamos sobre nuestros deseos, metas y sueños, estamos poniendo en movimiento la energía necesaria para alcanzarlos. Ser consciente de las palabras que utilizamos nos permite enfocarnos en lo que queremos manifestar en nuestras vidas y alejarnos de la negatividad y la autodestrucción.

Se me ocurren varias preguntas: ¿a dónde van las palabras que decimos? ¿Dónde quedan las palabras que no decimos? Cuando uno reflexiona sobre esto, entonces se desatan varios postulados, entre ellos; que el sonido si es en el momento, es ahora o sea presente y el lenguaje lo procesas, y si lo haces tuyo nunca pasa. Siempre va a estar presente. Y si la palabra es escrita, se perpetúa, así que también es futuro.

Te invito a que, de ahora en adelante, disfrutes cada una de las palabras que dices. No las desperdicies. La magia está en la síntesis, en el saber que menos es más. Di lo que sientas y escoge aquellas palabras que provoquen en el otro el efecto que quieres lograr.