Este fin de semana tuve la oportunidad de alejarme del ajetreo diario, buscar espacio para descansar y recargar baterías, previo al comienzo de un programa de talleres que exigirá toda mi energía y concentración. Me quedé en una casa rentada a través de Airbnb, fuimos dos parejas, y no fue hasta que me enviaron la confirmación del registro que pude ver el nombre del lugar que nos recibiría. Un poco de fe.

Fue inevitable prestar atención (y tener fe), de que todo pasa por una razón y de que, si creemos, podemos recibir mensajes, confirmaciones e invitaciones de nuestro alrededor que sumen a la evolución y nuestro caminar por la vida. Ese día habíamos perdido el ferry, y para los cuatro, las pasadas semanas habían retado nuestra paciencia, se asomaba el cansancio, y personalmente, se acercaban dudas que nada aportan en mantenerme centrada y agradecida de todo lo que me sucede y de lo que tengo o no.

Relacionadas

La causalidad se hacía vigente. Para mejorar mi comunicación en mis relaciones, para ver cumplidas las metas que uno se propone, para mantener la calma y la alegría viva en mí, para encontrar respuestas a las dudas, para cambiar la queja por una sonrisa, para saber que llegaríamos a nuestro destino final, para dar lo mejor de mi y aprender lo que tenga que aprender, para amar y dejarme amar, hay que tener fe.

Sri Ravishankar explica que la fe es lo que hay entre la razón y el sentir. Lo que existe entre la cabeza y el corazón. El intelecto analiza, juzga y asimila. El corazón cree, no necesita explicaciones. ¿Cómo se sabe que una pera es dulce? No hacen falta explicaciones cuando se trata de tener fe. La fe es inocente y en la inocencia hay fe. Es el núcleo, el enfoque de la existencia que tiene un gran papel en la formación de la vida de una persona, nos sostiene en momentos difíciles, nos levanta cuando estamos caídos.

Él añade, que mientras más explicaciones buscamos, más confundidos quedamos. Entender o profundizar en la fe tiene que ver directamente con no buscar una explicación o no necesitarla. ¿Cómo sé que mis asuntos estarán resueltos? ¿Cómo lograré lo que intento? Con la fe y la certeza de que haré lo que está en mis manos para buscar soluciones y confiando en que, de algún modo, todo se resuelve.

Y así fue. No solo llegamos a tiempo por otro medio de transporte, sino que en el fin de semana pudimos recordarnos unos a otros que, con un poco de fe, podemos perdonar, podemos lograr con éxito lo que tenemos propuesto para nuestros planes y que relacionarnos unos con otros con respeto, compasión y amor, puede traer más ganancias que pérdidas.

Cada vez que nos veamos muy medidos en nuestra mente buscándole las cinco patas al gato, recordemos tener un poco de fe.