No he encontrado información sobre el origen de los rituales que se practican en la Nochevieja para recibir el nuevo año con suerte. Me encantaría saber a quién se le ocurrió esa idea, iniciar la costumbre de realizar esos emborujos que a muchos les gustan tanto. Lo que sí se sabe es que allá para el año bululum bululum, el 1895, nació y se estableció la tradición de comer 12 uvas a la media noche, al ritmo de las 12 campanadas del reloj que marcan el comienzo de la primera hora del nuevo año. Cuenta la leyenda, y toca a usted y a mí creerla o no que, si se comen las uvas en el tiempo indicado, quiérese decir con cada campanazo, tendremos un buen año.

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Algunos dicen que para la suerte hay que llevar, el 31 de diciembre, bajo la falda o el pantalón, ropa interior rojo moretón o amarilla chillón. O sea, que el asunto del nuevo año se le deja a los panties, brassieres y calzoncillos. No entiendo qué tienen que ver los colores con la suerte, pero bueno, supuestamente así es. También se deben tener lentejas en los bolsillos, imagínese usted, o comerse un buen sopón de ellas, para asegurar tener dinerito en el año que se acerca. En mi caso puedo transar con el sopón, pero paso de largo eso de llevarlas conmigo.

Si quiere usted viajar, entonces saque sus maletas - vacías, por supuesto - para que en el horizonte le aparezca alguna travesía espectacular. Eso sí que lo hice un año por invitación de mi entonces vecina Ñeca. Le encasqueté a cada uno de mis hijos una maletita, agarré yo una grande y salimos como locos destartalados a correr arrastrándolas por la acera, hacia arriba y hacia abajo. Lo cierto es que ese año viajamos.

Para ahuyentar la mala vibra debe barrerse el piso de la casa hacia afuera. ¡Cuidadito! Si se equivoca en algún escobazo y en vez de hacia afuera lo hace hacia adentro, prepárese para un futuro tan filoso como una pepa de jobo. ¡Ah!, y si quiere que la casa tenga buena energía, entonces tiene que pasar el mapo con agua tan fría poniendo hielo en la cubeta.

No, si ya le digo que la creatividad es infinita y fantástica. Otro de los rituales, para tener siempre el monedero lleno, la cuenta rebosante y hasta criptomonedas en algún rincón del espacio sideral, instruye que deben colocarse monedas dentro del zapato. Monedas, en plural, no es un chavito prieto y mucho menos un vellón solitario. Tiene que echarse un buen menudito e intentar caminar con cordura y sonrisa, así como si nada, aunque los sienta recorriéndole toda la planta del pie.

Lo que más gracioso me resulta de todo este bembé es la oferta de los síquicos y otros personajes que ofrecen sus servicios para asegurar el bienestar futuro. Esos hacen su abril en esta época preparando toda clase de menjunjes para baños, pócimas secretas que envasan en frascos de cristal, pergaminos larguísimos llenos de resoluciones y hasta papelitos en los que se escriben los nombres de la gente que usted quiera endulzar y se sumergen en un pote lleno de miel.

Pero bueno, lo importante es que ya sea con rituales o con FE, no perdamos la esperanza de que el 2024 sea mejor, que sea un año que se porte bien, que nos permita respirar paz y exhalar tranquilidad, que las elecciones, que están a la vuelta de la esquina, sean menos estruendosas - bueno, eso ya lo veremos. Y sí, queremos la paz mundial.