El montañista Jim Morrison logra el primer descenso en esquí por la ruta más peligrosa del Monte Everest
El hombre que antes escaló sin cuerdas el pico El Capitán en el Parque Yosemite, retó su vida la aventura.

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El montañista Jim Morrison saltó a la izquierda sobre sus esquíes, haciendo que varios hilos de nieve corrieran por una empinada barranca en la cara norte del Monte Everest. Luego saltó a la derecha, con la respiración pesada en el aire escaso de oxígeno.
Debajo de él había un abismo de 2,700 metros (9,000 pies) de nieve, hielo y roca, la pista de esquí más despiadada del planeta.
De hecho, nadie había esquiado ahí, sino hasta que Morrison lo hizo.
“Fueron cuatro horas espectaculares de esquí sobre un manto de nieve horrendo”, dijo Morrison a The Associated Press sobre su histórico descenso del 15 de octubre.
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Morrison escaló la notoria cara norte del Everest a través del Corredor Hornbein junto a otros diez montañistas y Jimmy Chin, quien está codirigiendo un documental sobre la hazaña del esquiador. Chin también filmó el ascenso de Alex Honnold a El Capitán en el Parque Nacional de Yosemite sin cuerdas para el documental “Free Solo”.
On October 15, 2025, Jim Morrison completed the first ski descent of Mount Everest’s Hornbein Couloir—solving what elite ski mountaineers worldwide called "the last great problem." pic.twitter.com/iXe2l1MMl6
— National Geographic (@NatGeo) October 27, 2025
Esta aventura es “el equivalente en esquí a escalar sin cuerda”, afirmó Chin. “Si pierdes el filo o resbalas en cualquier parte de la línea, estás perdido. Caerías 2,700 metros”.
La pista de esquí comienza en la cima del Everest, a unos 8,800 metros (29,000 pies) sobre el nivel del mar y en la zona de la muerte, donde las personas no pueden sobrevivir por mucho tiempo.
“Cuando se trata de cosas de grandes montañas y escalada, es como alunizar”, dijo Jeremy Evans, quien escribió un libro sobre la última persona que intentó el descenso desde la cumbre. El joven snowboarder Marco Siffredi desapareció en sus laderas en 2002.
La aventura fue concebida por Morrison y su compañera de vida, la consumada montañista de esquí Hilaree Nelson. Planearon hacerlo juntos hasta que ella murió en 2022 mientras esquiaba en la octava montaña más alta del mundo.
Desde entonces, Morrison ha emprendido el viaje por ambos.
Al pie de su ruta hacia el Monte Everest, antes de su ascenso de cuatro días a la cumbre, los integrantes del equipo levantaron la vista.
Jim Morrison's incredible story of resilience, determination, and commitment to healing through the mountains after losing his wife and daughters in a plane crash in 2011 and later his partner Hilaree Nelson to an avalanche in 2022.
— Girl patriot (@Girlpatriot1974) October 30, 2025
He made history by becoming the first person… pic.twitter.com/oLmdjJxl9Z
“Hemos pasado toda una vida escalando las grandes montañas”, dijo Chin. “Hasta el día de hoy, nunca he visto algo más intimidante como objetivo de escalada.”
Solo cinco personas habían escalado antes por la cara norte, y nadie lo había hecho desde 1991. Mientras que las otras rutas más populares hacia el Everest siguen una línea de cresta, este camino por la imponente cara septentrional se llamaba la ruta Superdirecta.
Va directamente hacia arriba, y luego directamente hacia abajo.
El equipo de 12 personas comenzó, escalando a través de campos de nieve, sobre roca y en parches de hielo, enfrentando la posibilidad de desprendimientos de piedras y avalanchas. Habían cronometrado cuidadosamente su viaje en una estrecha ventana climática, buscando suficiente nieve para esquiar y condiciones seguras.
Por la noche, pasaban horas tallando rebordes en el hielo y la nieve, en los que podían apretarse para dormir, siempre atados a sus cuerdas.
Una noche, estaban acurrucados en la cara de la montaña mientras un viento aullante arrojaba nieve desde arriba y amenazaba con volar su tienda de campaña, relató Chin.
Morrison decidió dormir. Chin también necesitaba hacerlo. Habían hecho todo lo posible para aferrarse a la montaña.
“Así que me puse mis tapones para los oídos porque pensé que si volábamos y caíamos de la montaña, no quería saber lo que estaba pasando”, dijo.
El sol salió. Mientras continuaban escalando, Morrison evaluó la nieve por la que estaría esquiando.
“Básicamente todo lo que vi parecía aterrador. Las condiciones de la nieve eran realmente malas”, dijo.
Pero Morrison siguió adelante, manteniendo a Nelson en su mente.
“A medida que subía más y me adentraba en la zona de la muerte, me acercaba más y más a ella”, recordó.
En la cumbre, el sol brillaba. Las montañas del Himalaya se erguían a su alrededor.
Celebraron juntos y se tomaron selfies. Morrison esparció algunas de las cenizas de Nelson.
Luego, mientras Morrison se ponía los esquíes y miraba a sus compañeros de equipo, se dio cuenta: “‘Bueno, ahora estoy en un mundo completamente diferente. Estoy solo”.
Se lanzó, haciendo giros controlados con sus esquíes. Los detalles de la ruta, que había estudiado, imaginado, presenciado, leído y soñado, ocuparon su mente. No estaba pensando en una posible caída, solo en el siguiente giro. Cada respiración era un desafío a esa altitud.
Más tarde envió un mensaje de texto a sus amigos: “las condiciones eran abominables, y pude destrozar gran parte de ello.”
En varios puntos, Morrison usó las cuerdas, incluso donde sólo había roca, pero dependió de ellas menos de lo que había anticipado.
Cuando se acercó al fondo, cruzando hacia la zona de seguridad, exhaló. Gritó, lloró y habló con Nelson.
A la mañana siguiente, salió y miró hacia la imponente cara norte.
“Y pude sentir la presencia de Hilaree en la cima, en la cima del mundo.”

