Concluyó el juicio de Sixto George y su drama resultó mejor que una novela turca. Destapó elementos muy interesantes en la forma en que se mueven los hilos del poder.

Delante de nuestros ojos se dio a conocer una compleja madeja de intrigas, así como las formas para controlar la manera en que se transmite el mensaje y, lo que es peor, tratar de controlarlo.

El poder aborrece la fiscalización. Le incomoda que pregunten. Que indaguen. Que cuestionen. Por el contrario, ama el control. Que todo sea como ellos dicen y que la gente aplauda como focas.

Así ha sido siempre. No importa el lugar. No importa cuál sea el régimen. Lo vemos en las dictaduras de izquierda o de derecha. En los regímenes fascistas y comunistas. En la Alemania nazi hubo un ministro de propaganda que elevó a niveles insospechados las tácticas de manipulación.

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Así que no es de extrañar que, en nuestra amada democracia esas cosas también ocurran.

Desde un tiempo para acá hemos visto el afán de ciertos sectores de lanzar fango o desacreditar la labor de la prensa. Se la pasan con el “teje maneje” de que existen agendas o faenas parcializadas. Le hablan a sus seguidores con el ánimo de demonizar nuestra labor.

Sin embargo, en juicios como el de Sixto George quedan desnudos con su mentira. Ningún periodista “bonafide” fue mencionado como susceptible a corrupción o que, por dinero, venda su prestigio o su pluma. Ello debió ser un rudo golpe a los que salivaron de emoción, esperando que se mencionaran nombres o medios que se dedican al periodismo serio.

En el tribunal se mencionaron locutores, animadores, algunos comunicadores, expolíticos, personalidades que asumen el rol de “influencers”, pero nunca algún periodista.

En su lugar, conocimos las tretas de crear programas en medios que no se dedicaban al análisis o temas de periodismo. Peor aún, nos enteramos cómo el gobierno benefició a esa empresa que estableció ese tipo de programas En sus estaciones de radio y televisión, con créditos contributivos que superaron por mucho a los que pudieron haber recibido medios tradicionales como Wapa Televisión, que lleva más de una década exportando nuestra programación a los Estados Unidos.

También nos enteramos que ese esquema de tratar de influenciar al público no es nuevo y que algo similar se trabajó en el cuatrienio de don Luis Fortuño.

A nadie le debe extrañar, pues como dije, el poder aborrece la fiscalización. Ellos quieren seguir con sus tricuñuelas y beneficiando a sus amigos. Que siga la jauja entre ellos y que usted no se entere.

Todo eso quedó desnudo con el juicio de Sixto George.

Ese que fue encontrado culpable por extorsión, pero que fue contratado por el propio Rosselló para que realizara un documental y un plan estratégico para tratar de sacar sus castañas del fuego.

Mis abuelos decían que lo mejor que Dios hizo fue un día detrás del otro. De esa forma, se sigue demostrado de qué lado está la razón. Usted, mientras tanto, siga confiando en los medios tradicionales de comunicación. Por algo les tiran piedras.