Nuestra alimentación implica una gran responsabilidad, pues, más allá de que debemos escoger aquellos nutrientes que nos beneficien, también es importante saber manejar esos alimentos, de modo que, cuando estemos en contacto con ellos, no sean un peligro para nuestra salud.

Una intoxicación es cuando expones tu cuerpo a una toxina que está presente en un alimento y esta provoca una infección o irritación del aparato digestivo. Las personas pueden exponerse a una intoxicación no solo ingiriendo el alimento o bebiendo un líquido, sino también mediante el tacto, así lo asegura Suzanne M. Jiménez, quien es licenciada en nutrición y dietética desde hace nueve años, presidenta del capítulo de Puerto Rico de la Academia de Nutrición y Dietética, y colaboradora de MCS.

Los síntomas de una intoxicación alimentaria pueden variar de muy leves a muy graves, todo depende de la toxina a la que haya estado expuesta la persona. Normalmente, afectan el sistema gastrointestinal, aunque pudieran presentarse otros síntomas adicionales.

“Los síntomas pueden incluir desde diarreas, fiebre, náuseas o vómitos, dolor abdominal, arritmias y taquicardias, en el caso de la ciguatera, que es una intoxicación fuerte. También pueden presentarse cambios en pulso y presión; y adormecimiento en las manos o los pies, entre otros. Muchos de los síntomas van alineados a lo que es el sistema gastrointestinal porque es la manera en la que el cuerpo se defiende ante cualquier presencia de una toxina o algo que no debería estar presente en el cuerpo porque la idea es expulsarlo”, explica la licenciada Jiménez, quien aclara que algunos síntomas “comienzan prácticamente enseguida que se ingiere el alimento o pueden ocurrir hasta después de dos a cinco días luego de estar expuesto a esa bacteria”.

Toda persona que atraviesa una intoxicación está en riesgo, sin embargo, hay ciertas poblaciones que están más susceptibles a enfermar gravemente en caso de intoxicarse con algún alimento.

“Hay poblaciones que son más susceptibles a este tipo de contaminación como las mujeres embarazadas, los niños, los envejecientes y las personas que tienen alguna condición que los compromete inmunológicamente. En el caso de las embarazadas, además de que es un riesgo para ellas, lo es también para el feto, porque puede provocar muerte fetal, un aborto o inclusive un parto prematuro que pudiese llevar a otras complicaciones”, señala la nutricionista, quien se enfoca en trabajar con madres y niños en el Programa Head Start.

El peligro de las intoxicaciones es que no siempre implican que se deba a alimentos que están en mal estado, que saben o huelen mal. En muchas ocasiones, el problema es imposible de identificar, y no es hasta que se presentan los síntomas que se puede inferir que hubo una intoxicación por alimentos.

“Hay cosas que son obvias, pero hay cosas que no. Como, por ejemplo, fuiste a casa de un amigo y te dice: ‘yo hice un arroz, está como hace tres horas allí en la estufa para que lo calientes y te sirvas’, pero ese arroz es un foco de bacterias; ya es un alto riesgo, si estuvo más de dos horas expuesto a temperatura ambiente. Los bufés también son un riesgo, si no mantienen la temperatura [adecuada] pudiesen, también, ocasionar una intoxicación. Así que no es tan obvio como que eso se ve o huele a dañado, hay cosas que no aparentan estar dañadas”, menciona Jiménez, quien afirma que la temperatura de los alimentos es la clave.

“Vivimos en una isla tropical y cuando hablamos de temperatura de alimentos hay una zona de riesgo que es cuando la temperatura está entre 40 grados y 140 grados Fahrenheit. Esas son temperaturas peligrosas porque va a haber mayor proliferación de bacterias. El arroz es el ejemplo clásico; mamá hizo el almuerzo a las 12:00 p.m. y yo no me lo vine a comer hasta las 4:00 p.m., pero no lo guardaron en la nevera, sino que lo dejaron ahí en la estufa. Vivimos acostumbrados a eso, es una práctica sumamente común y tal vez ya venimos con el sistema inmune acostumbrados a eso. Pero, no debemos dejar que pasen más de dos horas esos alimentos que vamos a recalentar porque no necesariamente el calor va a matar esas bacterias. Hay toxinas que no ceden con el calor”, aclara la nutricionista, quien brinda cuatro pasos a seguir para minimizar el riesgo de intoxicaciones.

1. Limpiar

Es vital lavar manos y todas las superficies, además de los utensilios que van a usar para picar y manejar los alimentos.

2. Separar

Cuando vas a preparar cualquier menú, trata de que cada grupo de alimentos: aves, pescados, carnes rojas, vegetales, frutas, panes y cereales, tenga su propia superficie para picarlo y prepararlo. Aunque parezca complicado, trata de crear el hábito de tener un picador para cada grupo de alimentos, porque ahí es que empiezan las contaminaciones cruzadas.

3. Cocinar

Es importante cocinar los alimentos a la temperatura segura. Debes llevar cada alimento a una temperatura interna específica para salir de ese riesgo de intoxicación.

4. Enfriar y almacenar

Es el último paso y no menos importante, e implica almacenar los alimentos. Esto va desde que lo recibes, llegaste del supermercado con el pollo con las carnes, o cuando ya lo cocinaste y lo vas a almacenar. Una recomendación básica cuando compramos cosas que pueden botar sangre es coger las bolsitas de los vegetales que tienen en los supermercados y poner las carnes separadas para que ese líquido no entre en contacto con cualquier otro alimento. Así mismo se puede almacenar en la nevera en esas bolsas para que no se contaminen los alimentos.