A los 14 años, Dunia, una mujer libanesa que trabaja como asistenta, fue obligada a tomar la peor decisión de su vida: renunciar a correr, a saltar, a jugar, a ser adolescente, para casarse con un hombre mucho mayor que ella.

"Mis padres me casaron creyendo defenderme y darme un mejor futuro. Sin embargo nuestra situación económica empeora día a día. Por ello, decidí trabajar para que mis tres hijos no pasen hambre y poderlos educar para que no tengan mi mismo destino", afirma en declaraciones a Efe.

Dunia forma parte del 13% de las mujeres libanesas que contrajo matrimonio siendo menor de edad, según publica un reciente estudio realizado por el Instituto de Ciencia Política de la Universidad de San José (USJ) de Beirut.

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El matrimonio infantil siempre ha existido en el Líbano, sobre todo por las difíciles condiciones socioeconómicas de algunas familias, aunque en los últimos años, la tendencia al alza parece haberse detenido.

"No podemos hablar de un aumento del número de matrimonios infantiles, al contrario, más bien de una caída del porcentaje o una estabilización", subraya a Efe la directora del estudio, Hiba Hitani.

Sin embargo, Hitani precisa que el informe presentado "se trata de la primera etapa del estudio, que debe ser completado con otras para obtener el verdadero porcentaje".

El informe señala a las zonas rurales alejadas del centro del Líbano como las principales áreas donde se practica el matrimonio infantil, ya que allí "las condiciones socioeconómicas son muy difíciles".

Este factor es el que más influye en este tipo de decisiones, más allá de la comunidad étnica o religiosa a la que se pertenezca, ya que es un acto que "tiene lugar tanto entre los cristianos como entre los musulmanes", puntualiza Hitani.

Para ella, la principal preocupación de este tipo de matrimonios es la diferencia de edad existente entre el hombre y la menor que, en ocasiones, alcanza hasta los 20 años.

El estudio presentado por la USJ destaca "una dinámica de oferta y demanda".

En algunos casos, como el de las refugiadas sirias en el Líbano (cuyo índice de matrimonio infantil es del 23 %, según el mismo estudio), "los adultos libaneses que se casan con ellas pagan a los padres de la menor 3,000,000 de libras libanesas (cerca de 2,000 dólares) como contraprestación".

Para Hitani, la solución no es sencilla, pero está clara: educación.

"Sobre todo por parte de la madre, que tiene un mayor impacto que el padre en los hijos, lo que plantea la necesidad de la enseñanza de niñas y mujeres en zonas de bajos ingresos o remotas", detalla.

También insiste en la importancia de la educación el secretario general de la Comisión Nacional de la Mujer Libanesa (CNFL, por sus siglas en francés), Fadi Karam, quien también subraya a Efe la necesidad de mejorar las condiciones económicas de las familias pobres, ya que "algunas venden a sus hijas para poder subsistir".

Karam recuerda además que su asociación ha presentado al Parlamento libanés un proyecto de ley sobre los matrimonios infantiles, lo que, si es aprobado, convertirá al Líbano en el primer país árabe dotado con un reglamento de este tipo.

Una responsable en la CNFL, Rita Chamaly, declara a Efe que dicho proyecto ha sido aprobado por la Comisión Parlamentaria de Derechos Humanos, pero aún falta que den su visto bueno otras comisiones antes de que el Parlamento lo vote.

Para Chamaly, entre otros aspectos, el matrimonio infantil existe en el Líbano porque "no hay un código civil que garantice a los ciudadanos su igualdad ante la ley".

En el Líbano, que se rige por un sistema confesional, son los tribunales religiosos quienes fijan a sus fieles la edad apta para contraer matrimonio.

Las comunidades musulmanas exigen a los varones cumplir los 18 años para casarse, mientras que las niñas pueden hacerlo desde los 14.

En cuanto a los cristianos, los hombres tienen la posibilidad de contraer matrimonio a partir de los 16 años, mientras que está permitido que las niñas lo hagan con 14.

Además, Karam y Chemaly explican que las familias pueden obtener del tribunal religioso una derogación que autoriza a rebajar la edad de matrimonio en ciertos casos, que, en las comunidades musulmanas, puede caer hasta los nueve años.

Ambos subrayan la necesidad de un código y de la instauración del matrimonio civil.

Para Chemaly la mayoría de los matrimonios infantiles son "sinónimos de desescolarización de las niñas, violencia y traumatismo vinculado a la noche de bodas, vivida como una violación".

Además, en numerosas ocasiones tienen el efecto contrario al buscado. Como le ocurrió a Dunia, el próspero futuro que se pretende acaba convirtiéndose en un lastre ocasionado por renunciar a la educación y a la infancia por un anillo.