Canóvanas. La mujer tiene una mirada atónita al observar el desbarajuste que el huracán Fiona dejó en su humilde hogar. En la entrada a la vivienda hay una nevera volcada por la furia de las inundaciones que arroparon la noche del lunes la calle José L. Peña de la comunidad Valle Hill, en Canóvanas, cuando se abrieron las compuertas del lago Carraízo y el Río Grande de Loíza barrió con todo lo que encontró a su paso.

El agua arrasó con todo lo que había en la residencia. El golpe emocional es demasiado fuerte para ella. Respira hondo, exhala y el nudo en la garganta revienta: “llegar así y verla destruida es demasiado fuerte”.

Relacionadas

Belkys Germán Gálvez apenas puede pronunciar palabras. Aunque se nota que es una mujer fuerte, el dolor, la frustración y el coraje de haber perdido sus pertenencias la consume y empieza a llorar. No es para menos, hace cinco años pasó una situación similar con el azote del huracán María.

Con voz entrecortada explica que dedicó los pasados años a reconstruir su hogar con lo que el bolsillo alcanzó. Destaca en varias ocasiones que lo hizo con mucho sacrificio.

Y ahora llego a mi casa y tengo todo vuelto al revés otra vez. Creo que es mejor ir pensando en salir de aquí porque es peligroso para los nenes”, dijo la madre de dos niñas de 13 y 10 años y la encargada del cuido de un nieto de tres añitos.

En la comunidad Valle Hill, en Canóvanas, viven unas 3,000 familias -muchas con estatus migratorio no definido- y en unas parcelas en las que, por décadas, se ha subsistido sin derechos básicos de servicio de agua y energía eléctrica.
En la comunidad Valle Hill, en Canóvanas, viven unas 3,000 familias -muchas con estatus migratorio no definido- y en unas parcelas en las que, por décadas, se ha subsistido sin derechos básicos de servicio de agua y energía eléctrica. (Ramón “Tonito” Zayas)

Para continuar con esta historia, es importante conocer que Valle Hill -ubicada a poco más de media hora de San Juan- es una de las comunidades más pobres de Canóvanas. Allí viven unas 3,000 familias -muchas con estatus migratorio no definido- y en unas parcelas en las que, por décadas, se ha subsistido sin derechos básicos de servicio de agua y energía eléctrica.

Además, muchos también carecen de títulos de propiedad. Además, las casas fueron construidas en un terreno humedal clasificado como una zona inundable por la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) y el Cuerpo de Ingenieros de Ejército de Estados Unidos.

Este escenario de vulnerabilidad fue lo que provocó que en el huracán María, y ahora con Fiona, muchas de las viviendas sufrieron daños severos como el que se evidencia en la casa de Belkys, quien solo posee como documento para solicitar ayuda una certificación que le otorgaron en el municipio.

Las casas de la comunidad Valle Hill fueron construidas en un terreno humedal clasificado como una zona inundable por la Agencia Federal de Protección Ambiental y el Cuerpo de Ingenieros de Ejército de Estados Unidos. Además, muchos de sus dueños no cuentan con titulo de propiedad.
Las casas de la comunidad Valle Hill fueron construidas en un terreno humedal clasificado como una zona inundable por la Agencia Federal de Protección Ambiental y el Cuerpo de Ingenieros de Ejército de Estados Unidos. Además, muchos de sus dueños no cuentan con titulo de propiedad. (Ramón “Tonito” Zayas)

Es el mismo papel “oficial” que tienen el matrimonio compuesto por Ana Martínez e Iris Andino, quienes también lo perdieron todo en un abrir y cerrar de ojos los pasados días.

El techo de zinc que resguardaba su casita voló con las ráfagas del huracán Fiona. El remate lo hizo la inundación provocada por el Río Grande de Loíza. El olor a humedad y agua empozada incomoda. “Déjame ver si puedo rescatar algo de esta ropa”, dice Ana, pero la verdad es que es poco probable que pueda salvar algo de lo que allí quedó.

Pero lo importante es que estamos vivas... seguir pa’ lante. Y yo siempre le pido a papá Dios y lo que importa es que estamos bien. Un nuevo comienzo”, comenta fortaleciéndose a sí misma, quien se dedica junto a su esposa a realizar camisetas y artículos personalizados para eventos en unas máquinas que quedaron inservibles.

Al momento, ambas familias se albergan en uno de los refugios habilitados por el municipio y tienen la esperanza de recibir alguna ayuda por parte de la Agencia Federal de Manejo de Desastres (FEMA), esto luego que tras el paso del huracán María esfuerzos realizados a través de Ayuda Legal lograron que el gobierno federal reconociera el derecho de personas sin título formal a solicitar asistencia para reparar sus viviendas. También se logró que el gobierno flexibilizara el requisito de titularidad para reparar y reconstruir viviendas con fondos CDBG-DR.

La alcaldesa de Canóvanas, Lornna Soto Villanueva, estimó que la cantidad de pérdida en su municipio es de más de $10 millones ya que se han visto afectados miles de residencias y comercios.

Ante la magnitud de agua que hemos recibido tengo que decir que estamos en una emergencia extrema. Tenemos un pueblo sufriendo por los efectos nefastos que ha causado este fenómeno atmosférico. Preliminarmente, tenemos sobre 3 mil residencias y 200 comerciantes bajo agua en Canóvanas y seguimos recibiendo aguaceros intensos”, aseveró por escrito la ejecutiva municipal al estimar de manera preliminar los daños.

El manejo de la emergencia en Canóvanas incluye la atención a 168 personas diagnosticadas con COVID-19 en los pasados días y 123 personas encamadas, a los que se asignaron 10 manejadores de casos para asistencia.

Soto Villanueva puntualizó que los refugios están llenos de adultos mayores que han mostrado signos de ansiedad, por lo que estamos en coordinación para que personal del Departamento de la Familia y de la ASSMCA lleguen a auxiliar a los refugiados.

Por otro lado, la alcaldesa enfatizó que “si FEMA no hubiese sido tan lento al aprobar los procesos de mitigación después del paso del huracán María hoy las pérdidas fueran menores”.

“Sin esa burocracia los proyectos para reducir riesgos potenciales ya estarían hechos. A la Oficina Central de Recuperación, Reconstrucción y Resiliencia mejor conocida como COR3 que trabaje a toda velocidad, el pueblo nos necesita”, agregó.