Guánica. En agosto pasado, Randolph Figueroa González perdió a su hijo mayor y el domingo, un frondoso árbol de quenepa, que sucumbió a los vientos del huracán Fiona, le partió en dos la humilde casita de madera y zinc en las parcelas Siberia, del barrio Ensenada, de este municipio de la costa sureña de Puerto Rico.

El albañil de 53 años se había refugiado con su esposa y su hijo menor de ocho años, con autismo, en la casa de sus suegros en Guaypao, otro sector de Ensenada. Cuando regresó a la casita, cuyos bajos fueron el refugio de 30 gallos, dos gansos, pavos reales y varios pollitos y gallinas, el guaniqueño la encontró destrozada.

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“Ver la casa así destruida me da tristeza porque ya yo había empezado a arreglarla. Ya no se puede hacer nada y hay que seguir adelante", expresó el albañil Randolph Figueroa González.
“Ver la casa así destruida me da tristeza porque ya yo había empezado a arreglarla. Ya no se puede hacer nada y hay que seguir adelante", expresó el albañil Randolph Figueroa González. (Nydia Bauzá)

Fue su hermana, Janice, quien vive justo al lado y le avisó, pues la mitad del palo de quenepa cayó en la propiedad de ella y le rompió también uno de los dormitorios.

Yo estoy deprimido, porque hace dos meses a mí me mataron un hijo en Connecticut. Era el mayor de mi primer matrimonio. Tenía 34 años y eso me ha dado duro. Estoy deprimido y ahora estoy más, pero tengo que seguir adelante”, dijo Randolph, cuyas pertenencias, enseres y muebles quedaron aplastados debajo del enorme tronco del árbol que quedó incrustado en el techo de zinc.

Antes de que Primera Hora lo visitara, trató de cortar el árbol con un machete y una sierra de madera, pero no pudo. Personal del Municipio de Guánica había ido también a la casa y le informó que enviarían una brigada y equipo para ayudarlo.

Ver la casa así destruida me da tristeza porque ya yo había empezado a arreglarla. Ya no se puede hacer nada y hay que seguir adelante… El nene está bien afectado. Se pasa diciendo: ‘me da una pena ver mi casa así’”, lamentó Figueroa González, quien además de hacer trabajos de albañilería, cría y casta gallos de pelea.

Dijo que su esposa y su hijo se mantienen pernoctando en la casa de los familiares. “Estoy pendiente para tapar esto. Yo me quedo aquí… después que pueda sacar el palo, sello la parte del frente y me quedo aquí atrás”, sostuvo el hombre.

Contó que hace ocho años comenzó a vivir en la casa y había empezado a remozarla, poniéndole losa al piso. “Esta casa era de los padrinos míos y unos familiares me la pasaron a mí. No tengo título de propiedad todavía, pero tengo la affidavit de que el título está en proceso”, dijo para agregar que, tan pronto empezó a vivirla, comenzó a hacerle arreglos a la humilde vivienda.

“Esto estaba todo en el piso. Le hice un plafón en madera y le puse cartón. Hice el zinc nuevo, pero se lo llevó Fiona. Y esto está bien feo porque esta casa está rota completa y cuando se saque el palo se va a caer… Está de lado y como yo soy pobre voy a ir arreglándola como puedo… De lo poco que gano estaba comprando par de cositas”, dijo al mostrar las cajas de losas mojadas que había empezado a poner en la sala y en los cuartos y el baño. “El municipio quedó en darme una ayuda y nunca llegó”, agegó

El albañil se había ido a Estados Unidos en busca mejores condiciones de empleo, pero hace hace ocho años decidió regresar para quedarse. “Yo vivía en Connecticut y hace ochos años regresé. El que diga que no viene más para Puerto Rico está equivocado. Puerto Rico siempre se extraña, en algún momento entra la nostalgia”, sostuvo.

“La casa ahora no sirve, pero así como está aguantó a (los huracanes) Georges, a María, y no se hubiera roto si el palo no le cae porque tenía todos los anclajes puestos”, expuso Figueroa González.
“La casa ahora no sirve, pero así como está aguantó a (los huracanes) Georges, a María, y no se hubiera roto si el palo no le cae porque tenía todos los anclajes puestos”, expuso Figueroa González. (Nydia Bauzá)

“Se chavaron los gabinetes, la estufa, la compra, todo por ahí para abajo. Fiona nos destrozó. Los meteorólogos decían que esto venía a 60 millas y esto estuvo a más de 100 millas”, dijo.

“La casa ahora no sirve, pero así como está aguantó a (los huracanes) Georges, a María, y no se hubiera roto si el palo no le cae porque tenía todos los anclajes puestos”, expuso.

El palo de quenepa estaba entre medio de la verja de las casas de ambos hermanos. “El más grueso cayó para allá y el resto cayó para mi casa, me rompió el último cuarto y se soltaron unas planchitas, pero eso no es nada porque eso es material y se repone. Estamos vivos”, narró la hermana, Janice Figueroa González, quien recordó las grietas que les causaron los temblores de tierra.

Otro vecino, José Luis Morales López, no sufrió daños visibles por el ciclón, pero mostró cómo el piso de la residencia en madera comenzó a ceder en uno de los lados de la casa con el huracán María en 2017 y tuvieron que reforzarla con pilotes.

Sostuvo que acudió a la Agencia Federal de Manejo de Desastres (FEMA, en inglés), pero “me dijeron que la casa estaba bien”. Agregó que los terremotos despegaron la vivienda en la parte de atrás, “pero tampoco nos dieron nada para repararla”.

La líder comunitaria de Siberia, Teresa Soto, dijo los vecinos del sector se unieron para la limpieza de carreteras ya que tuvieron muchos obstáculos de árboles que cayeron en diferentes casas y vías de rodaje.