Invadir otro país  o territorios y allegarse sus riquezas le ha servido a feudos e imperios para “solucionar”  sus propios entuertos  económicos.

Imponerles una carga contributiva a los súbditos de las tierras  invadidos, también.

El mundo también ha conocido del trabajo forzado de campesinos que no tuvieron otro remedio que sustituir el pago de sus impuestos por esa forma tan poco civilizada de “contribución”, una que incluso llevó a los miles de hombres a pagar con servicio militar.

El  Diezmo de las iglesias ha sido otro de los múltiples impuestos que ha  conocido la humanidad,  “taxes” que se llegaron a cobrar no solo en moneda, sino en especie: en  productos, principalmente agrícolas.

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Uno de los impuestos curiosos se le fijó a las barbas.

En Rusia, en 1698, Pedro El Grande les ordenó a los hombres afeitarse, porque las barbas le parecían muy antiguadas y poco europeas.

El Zar aplacaría su ira permitiéndolas... pero a cambio del pago de un tributo.

En ausencia de un sistema democrático de gobierno, los impuestos han sido una de las formas más coercitivas de ejercer poder sobre los ciudadanos. Nadie ha dejado de odiarlos.

Ha sido así en democracia, pero bajo este régimen el voto tiene un peso que no conocieron los súbditos de reyes, nobles, ni señores feudales.

El primer sistema de impuesto lo  instauraron los egipcios, alrededor de año 3,000-2,800 antes de Cristo.

El Faraón asumía la tarea como una personal; tanto, que dos veces al año se iba de gira para velar con sus propios ojos  los recaudos.

La Biblia hasta habla de tasas de impuesto. Al Faraón, señalan las Escrituras, se le debía entregar una quinta parte de las cosechas, o un 20% de la producción.

¿Le suena conocida la palabra “sátrapa”? En el imperio perso (alrededor del 530 a.C.) el “sátrapa” era el gobernador provincial que se encargaba de recolectar los impuestos y de deducir sus gastos.

Los “sátrapas” gobernaron despósticamente y fueron tan deshonestos en el  trámite contributivo, que hoy llamar “sátrapa” a un funcionario es un insulto.

La nobleza abusó de su poder tributario al actuar con saña con los más desvalidos, para deshonra de los primeros y su  vida llena repleta de lujos y de ansias de poder. Hubo hasta impuestos que no pagaban los ricos, sino los de más abajo.

Los impuestos han servido, sin embargo,  para redistribuir recursos y esa parece ser su parte buena.

En un  sistema de seguridad social, las contribuciones sirven para socorrer a los ciudadanos de recursos limitados, a    retirados e incapacitados. Proveen, además, la riqueza necesaria para que el Gobierno pueda construir infraestructura y brindarle servicios a la ciudadanía en general.

Los que han objetado las contribuciones en tiempos modernos, la premisa anterior, creen que se trata de una especie de robo; de robo al que produce el capital.

Buena parte de las jurisdicciones del mundo tributan el ingreso, generalmente las ganancias netas; método que se  considera “progresivo”, porque paga más el que tiene más ingresos.

El impuesto al consumo comenzó a expandirse durante la Primera Mundial y  los primeros países que ensayaron con el “sales tax”  fueron Alemania y Francia.

El impuesto al consumo -y su variante conocida como Impuesto de Valor Añadido (IVA)- se considera “regresivo”. Su tasa contributiva es igual para todos y se postula que golpea más al que tiene ingresos limitados.

Algunos países han establecido sistemas de reembolsos para remediar ese problema.